Vivió unos años que se convertirían con el tiempo en los más nefastos, sin embargo en 1914 “los largos fines de semana campestres, las lujosas y extravagantes diversiones y las sofisticadas ceremonias sociales de los salones de Mayfair parecían tan perennes como la naturaleza”.
Retratos: “Ninguna de las figuras que frecuentaban Ovington Square era más honda, más conmovedora que Wilfred Owen, tal vez el mayor poeta en lengua inglesa sobre el tema de la guerra, y que inspiró a Benjamin Britten su magnífico War Requiem”.
“El 4 de noviembre de 1918, apenas siete días antes del armisticio, Wilfres Owen murió mientras guiaba a sus hombres, luchando por cruzar el Canal del Sambre bajo intenso fuego enemigo”.
“El 11 de noviembre se firmó el armisticio, y a las 11 horas el estruendo de los cañones victoriosos cubrió Londres”.
Era especialista en obras de Bach, Mozart, Scarlatti y tocó algunas veces con Pau Casals, casi nada, etc. Fue amiga de Viriginia Woolf, Picasso, Roger Fry entre otros. Por cierto que Virginia tiene una biografía de este último, pintor, que ya estoy buscando.
He aquí el concepto que tenía de Virginia Woolf. Curioso: “Es intelectualmente arrogante, mucho más de lo que yo pueda expresar… no tiene ni idea de religión. Sus opiniones al respecto, como las de todo el grupo Bloomsbury, son completamente pueriles. Al igual que sus opiniones políticas. Piensan que todos los aristócratas son cortos y estúpidos, y se tragan todas las patrañas y pamplinas del partido laborista”.
Me ha encantado. Qué pena cuando le llega la hora de morir. ¡Hasta en la lápida viene el nombre de ella, la de su marido, Gordon, y su amante más querido, Bill! Ellos enviudaron y siguieron viviendo juntos. Hasta heredó el derecho a seguir viviendo cuando murió Gordon. Una cosa que me ha llamado mucho la atención es la carta de pésame que le envía al marido George Bernard Shaw: un extracto. Le cuenta que él vivió muchos años con su mujer hasta que ésta murió y que murió y que no le gustaron las cartas que recibió de pésame:
“Durante cuarenta y cinco años tuve que cantar, noche tras noche, para complacer a mi mujer, e irme a la cama antes de las once de la noche. Desde su muerte no he tocado el piano; y nunca me voy a la cama hasta pasadas las doce. Para librarla durante un tiempo de las tareas domésticas, viajé alrededor del mundo y fui en coche desde Cornwall hasta las islas Shetland y por toda Europa. Ahora ni siquiera sueño con viajar: respecto a la locomoción, me considero más un árbol que un animal. Ella, en cambio, era nómada. Lo más divertido del asunto era la prisa que tenían las mujeres por cazar a un individuo rico como yo”.
Qué bonito. Por cierto que llevo escuchando todos estos días sonatas de Scarlatti que tanto le gustaba interpretar. Maravillosa su sonata K. 208.
Nunca tres euros dieron tantos momentos de placer.
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