Supe de la existencia de la publicación de este libro por la señora esposa de uno de los escritores que más me gusta: Miriam Moreno, la señora, también ella escritora y, de alguna manera, filósofa. Trapiello, uno de los que más. No hice ningún caso. Si acaso me llamó la atención la portada, sugestiva, como un álbum de fotos familiar. Y sobre todo, con prólogo de Ignacio Peyró. Tampoco. Pasé. No conocía al autor y ya tenía más que sobrepasado el cupo del mes. Sin embargo como últimamente escucho La Cultureta mientras hago rodillo, afición que he desarrollado con la pandemia, y ahora practicada por el frío o por el calor, pues escuché una entrevista al autor, a Juan Claudio de Ramón y ahí sí me puso las orejas como ese zorro que ha visto, sentido más bien, a su presa debajo de la nieve. Roma desordenada. Cachitos de la ciudad en la que ha vivido cinco años. Y ha trabajado como secretario de la embajada. Ese, ese es el trabajo que me hubiera gustado desempeñar: secretario de la embajada en alguna ciudad inabarcable como Roma. Pero hay que masticar mucho serrín para llegar ahí y uno siempre ha tenido mala dentadura.
Otro apunte del libro: Indro Montanelli: “España es una versión trágica de Italia”. Y comenta el autor: Lo que convierte a Italia en una versión festiva de España. Es decir, un paraíso.
En otra parte una reflexión del autor que me apunto también en mi agenda perpetua: Polvo, cenizas, y con un poco de suerte, hierba.
Da cierta alegría y admiración ¿extrañeza? que el autor de este libro, Roma desordenada, confiese que después de estudiar trece años en los jesuitas siga pensando que “Conmigo fueron atentos, hospitalarios, incitadores del deseo de saber. Alguna vez me hablaron de Dios, pero no tantas”.
Visto lo visto y leído lo leído, siempre interesante, siempre económico en el uso de las palabras, ya estoy buscando como loco su libro sobre Canadá, país en el que también estuvo unos años.
Deja apuntes la mar de interesantes: “Hace algunas semanas pasó por Roma el filósofo Rafael Argullol. Paseando con él por Piazza Navona me contó su juventud en la ciudad. Guardo, dice él, un grato recuerdo, pero hubo un momento en que quise marcharme. El ambiente se envenenó. Recuerdo cenas con amigos e intelectuales de izquierda, gente como Bertulucci. No les parecía del todo mal lo de Moro, que lo mataran”.
“En la misma capilla Sixtina, la serpiente interrumpe la felación que Eva practica a Adán: no queda claro si se denuncia el pecado o se enseña a pecar”.
“A nadie se le oculta: si hay algo eterno en Roma, es el sexo pagado. El censo y la clasificación de meretrices es un apartado fijo en los libros sobre la ciudad, en cualquier época”.
“Conmigo –los jesuitas- fueron atentos, hospitalarios, incitadores del deseo de saber. Alguna vez me hablaron de Dios, pero no tantas”.
“Antes de seguir: ¿se pueden hacer bormas sobre el saco de Roma? Woody Allen dice que comedia es tragedia más tiempo, pero cuantos más detalles sé de lo ocurrido en 1527, menos ganas de bromear tengo”. Duró 9 meses!!!
Aparte de por su estupendo trabajo, el autor da también bastante envidia por algo imperdonable, su edad: cuarenta años.
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