JAVIER PUERTO
RAÚL GUERRA GARRIDO
JUAN ESTEVA DE SEGARRA
Como ya he dicho en más de una ocasión varias veces al mes voy a una librería en la que no es difícil encontrarse con ediciones raras, o más claro, es imposible encontrar en las librerías al uso. Un inciso: las librerías tipo La Casa del Libro son cada vez más…, cada vez menos, la casa del lector. Utilizan cuadros de estanterías enteros para poner una única obra y restar espacio a la diversidad, al fondo. Así es cada vez más extraño que uno vaya a comprar algo y lo tengan. “Si lo pide, mañana lo tenemos aquí”. Ya, es lo que tiene internet pero para eso lo hago desde mi casa y me lo traen a casa.
Fin del inciso. Es una preciosa edición de Turner, que costaba casi treinta pavos cuando lo editaron y que a mí me costó poco más de cinco en esta librería que parece haberse quedado con todos los fondos de los antiguos VIP,s. Tiene las hojas de gran gramaje y ligeramente amarillas y de vez en cuando una ilustración. Libro que pesa, en peso y calidad. Cuenta cosas de farmacias, farmacéuticos, ungüentos, e historias de todo eso plasmados en la literatura de todos los tiempos, y tiene tres autores, uno de ellos Raúl Guerra Garrido, premio Nadal del 77. Me reía porque contaba un episodio del Quijote en el que éste, a través de un ventero medio curandero le da un brebaje a Sancho el cual se encuentra indispuesto por una reciente desventura. Nada más tomárselo Sancho se encuentra peor y Don Quijote cree que es porque no es un hidalgo caballero. –Si esto sabía vuestra merced –replicó Sancho-, ¡mal haya yo y toda mi parentela! ¿Para qué consistió que lo gustase?
En esto hizo su operación el brebaje y comenzó el pobre escudero a desaguarse por entrambas canales”.
Qué bonito. Nunca hubiera nadie empleado en estos tiempos una expresión tan gráfica.
Ni que decir tiene que lo voy a colocar en la estantería más noble de la biblioteca del salón. Ahí estará bien acompañado.
Por ponerle un pero: en este tipo de libros nunca viene mal un índice al final para poder consultar rápidamente lo que sea.
“Alguien, la cita es anónima, definió la felicidad como la ausencia del dolor”. Cuántas veces habré reflexionado yo de esa misma forma.
Habla de medicinas, claro, pero también de venenos. “Pero lo bueno está aquí, míralo, el verdadero ojo de boticario, la bendición de Dios. Esto sí que mata y pronto. ¿Vez este polvo gris? Es la gelsemina, la maravilla de la intoxicación. La bestia se estremece sólo de verla porque sabe que con esto no hay bromas. Muerte instantánea”.
“SANDALIO: El viento es el eterno y universal enamorado de las flores y sabe cómo hay que llamarlas para que vuelvan… y ponerles el polen del beso en los labios”. León Felipe.
Ayer fui de nuevo a visitar esta librería en el gran centro comercial. Como casi siempre no me llevé nada pues nada encontré que fuera de mi interés o el de mi bolsillo. Sí que vi que aún quedaba algún ejemplar de este libro. Que siga así.
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