Después de buscar el libro de Pla en la feria del libro del Retiro, el Viaje a pie, de manera infructuosa, me topé con la caseta de esta editorial. Enseguida vi el título, el color marrón tan familiar después de haberlo visto por internet infinidad de veces. Lo tomé entre las manos. El dependiente comenzó a explicarme de qué iba, de la importancia del autor en Francia, de las dificultades de la editora española para publicarlo. Casi enseguida le corté: llevo años detrás de él, me lo sé todo. Así que saqué los veintidós euros y procedí. Este libro me lo recomendaron hace años en el blog de Antonio Muñoz Molina sabiendo de mis gustos por los diarios de guerra de Jünger.
El autor fue un tonelero y sindicalista muy leído que fue alistado en 1914 y vivió la totalidad de la IGM en el frente de guerra. El mérito es que después de cada penalidad agarraba su cuaderno, el de turno, y escribía cada vivencia, cada miseria, cada muerte, cada explosión. “esperaban de día la noche, esperaban de noche el día, esperaban todo el tiempo la muerte”.
Era cabo pero en un incidente lo degradan a soldado raso, lo cual le crea sentimientos enfrentados: Como simple soldado recobraba mi independencia, mi libertad de criticar, de odiar, de maldecir, de condenar a ese militarismo que era la causa de aquella innoble matanza a nivel mundial”.
La narración está, como todas las referidas a las trincheras, plagadas de ratas: Todas las ratas del pueblo se habían congregado allí, para su festín cotidiano”.
“Es obvio que si la guerra comporta graves sufrimientos físicos como el frío, el hambre, la sed o el insomnio, por contraste hace que apreciemos con igual agudeza el alivio de cada uno de esos pesares”.
“Quien no ha ido a la guerra no comprenderá jamás, a diferencia de quien ha ido, lo que es una buena fogata, una buena cama o una buena mesa. Vaya consuelo más pobre”.
Me ha gustado la lectura pero he echado de menos otro tipo de reflexiones. Durante más de seiscientas páginas habla sólo de la guerra, pegada al barro. Una penalidad tras otra. Se echa de menos, como digo, otro tipo de vivencias, sus lecturas, sus encuentros familiares durante los permisos. Se echan de menos otras capas que dejen de ser las cuevas de las trincheras y las madrigueras para seres humanos.
“Uno cree morir por la Patria, pero muere por unos industriales”. Anatole France.
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