Pocas semanas antes de que mi tía Mila hiciera la mudanza comimos en su casa gran parte de la familia como era habitual. Mi tía tenía una biblioteca aceptable y me dijo: coge lo que quieras, no quiero llevarme nada al piso nuevo. Me llevé, con algo de reparo y vergüenza unos cuantos. Leguineche es el Kapuscinski español, el que ha recorrido miles de kilómetros haciendo reportajes estupendos.
Una de las frases del libro sirven para recordar una de Churchill: “Después de las guerras de los grandes, vendrán las guerras de los pigmeos”. No sabía ni Leguineche, y menos Churchill lo que iba a ocurrir nada menos que en el año 2022, cuando un grande iba a invadir un país soberano como Ucrania.
El libro sobre el conflicto mundial comienza con el combardeo de Guernica en 1937. Podía haberlo iniciado antes, como la invasión de los japoneses en China. Hay mucho donde elegir. EL cierre está claro que tiene que ser el lanzamiento de las dos bombas atómicas lanzadas por los EEUU. Aquellas fórmulas, el poder unívoco de la gran potencia ya no existe. Hay países ahora capaces de borrar la vida de la faz de la tierra.
El libro es del año 1995 en Temas de Hoy, tapa dura, buen papel y con fotografías en las páginas centrales. “El doctor Goebbels, ex alumno de los jesuitas y licenciado en Filosofía por la Universidad de Heidelberg, reunió en sus manos todos los resortes culturales e informativos propios de un Estado totalitario, el odio unido a la perfección técnica”.
Esperemos que los historiadores del futuro no tengan quie repetir su frase: “El comienzo de la II Guerra Mundial fue una sucesión de cobardías e inhibiciones”.
“Para él, para Roosvelt, la guerra era el resultado de la carestía de materias primas; se acabaría con ella con sólo redistribuir esas materias”.
“En la batalla de Polonia, que conquistó en veintiséis días; en la de Noruega, que llevó veintiocho; en la de Dinamarca, de sólo veinticuatro horas; en la de Holanda, de cinco días, en la de Bélgica, durante dieciocho días; en la de Francia, durante treinta y cinco días, Hitler tomó una parte muy activa. Estuvo pendiente de los detalles y siguió con pasión los movimientos de sus tropas, había elaborado planes y hablado con sus generales”.
“Al invadir Rusia, el ejército alemán puede compararse a un elefante que atacase a un ejército de hormigas. El elefante matará a miles de hormigas, acaso millones, pero, por último, la superioridad numérica de ellas le derrotará y las hormigas le devorarán hasta no dejar de él más que los huesos”.
Grande Manu Leguineche.
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