Este libro ha rondado por mis manos durante las interminables visitas a librerías de todo tipo. Nunca me decidía a comprarlo porque nunca me han gustado los acertijos, no sé bien si por vagancia o por falta de inteligencia, o por ambas cosas a la vez. En este libro se contemplan muchos problemas tipo disyuntiva: qué pensaría usted si..., qué haría si se le plantearan las siguientes cuestiones, etc.
No hace muchos meses un familiar nos habló por wasap de este libro y nos preguntó si lo queríamos en PDF. Yo no contesté pero creo que fue el impulso que me faltaba, aumentado por ver esta edición de pastas plastificadas y letra no demasiado pequeña, junto con el precio.
Resumen: En nuestra mente gobiernan dos sistemas: uno rápido e intuitivo y otro más reflexivo, deliberativo. De manera intuitiva eso ya lo sabía yo, al decidir comprar una cosa, al decidir quién tiene la razón en una bronca política, etc. Para demostrarlo el premio Nobel de economía y catedrático de Psicología muestra una enorme cantidad de estudios, experimentos y divulgación. Bien, pero yo esperaba más relato, más casos con alguna característica atractiva, sorprendente; algún cuento. Pero poca cosa de eso hay.
No obstante es interesante y hace reflexionar sobre la condición humana. A la hora de tomar decisiones o a la hora de prestar más afinidad política a ese o a aquel partido, lo que se llama el sesgo.
“... el individuo deja que sus simpatías y antipatías determinen sus creencias sobre el mundo. Nuestras preferencias políticas determinan los argumentos que consideramos convincentes”.
Qué gente más lista hay siempre en todas partes y en todas las épocas y casi siempre son todas judías. En el libro de Daniel Kahneman se habla del profesor Paul Meehl, de la universidad de Minnesota, que lo fue de psicología, de derecho, de psiquiatría, neurología y filosofía y escribió sobre religión, ciencia política y aprendizaje en las ratas.
“La naturaleza ha colocado al género humano bajo el gobierno de dos maestros soberanos: el dolor y el placer”. Jeremy Bentham.
Ni que decir tiene que me he saltado toda la hojarasca estadística y de gráficos. Y he notado cierto alivio cuando he llegado al centenar de páginas de notas que, lógicamente, no he leído.
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