Mañana de principios de diciembre en el Rastro. Sol y animación. Veo este libro por solo cinco euros y lo compro porque algo había leído de él es alguna parte. No lo encontré en Las Armas y las letras de Trapiello. Es verdad que en la guerra estaba ya muy enfermo y la pasó internado falleciendo en julio del 39. El caso es que ha sido un auténtico y feliz descubrimiento el de este escritor medio olvidado y sin embargo buenísimo, a mi humilde entender, Ciro Bayo y su libro El Peregrino Entretenido; orillado en la generación del 98 y amigo de Pío y Ricardo Baroja, de Valle Inclán, etc. Participó en la última guerra carlista, viajó por España (este es un viaje desde Madrid a Yuste) por Europa y por América. Tiene un estilo directo, lleno de palabras un poco en desuso pero que se entiende bien, y sobre todo que narra con gracia y agilidad. Fue un aventurero como los de antes, un aventurero ilustrado, hidalgo y pobre, de los últimos Quijotes. Leyéndolo no he dejado de acordarme de la obra cervantina y de mi querido Trapiello de quien me recuerda en muchas expresiones tanto en una dirección como en la contraria. “Soy artista, soy un escritor, y quien dice esto, dice un desmañado, un inepto de la vida práctica”.
Relata en el estilo característico de la picaresca española el viaje a principios del siglo XX desde Madrid a Yuste. Es curioso que las primeras etapas son Madrid, Navalcarnero, Brunete, y que en este pueblo hace parada. Por la mañana con mi bici he tardado apenas veinte minutos en llegar. Viajaba a caballo primero y luego a pie. En una fonda comienza un palique con un tirolés, entomólogo y que ha sido arrestado por ser sospechoso de espionaje, y que le costó que los guardias y el alcalde comprobaran que era falsa la sospecha, -raja de España- pero ante la pregunta del autor: “-¿De modo, señor Scherer, que le gustan a usted las mujeres españolas?, -Mucho, especialmente las madrileñas, menudas, gráciles, ligeras y nerviosas”.
En la cuarta jornada me ha hecho gracia la comparación que hace de los animales domésticos con las personas:
“... Lo que no cambiará es la adaptación de los animales mansos o domésticos, al ambiente humano, haciendo suyos los vicios y defectos de los hombres a trueque de ciertas compensaciones. El noble jabalí se resigna a llamarse cerdo a condición que le ceben su glotonería; maese lobo, perro, con tal que le den a roer un hueso diario; el fiero onagro, pollino, a cambio de un pienso seguro. Por el estilo, que un hombre hipoteca su libertad por una prebenda; y un parásito adula y rastrea al olor de una buena mesa; y el gañán se disfraza de lacayo por un vil salario; o tal cosa”. “¿Cuándo será que toros bravos la emprendan a cornada limpia con los cabestros? ¡Ésta sí que sería la Revolución de las revoluciones!”.
No sé porqué me ha recordado al gremio de los periodistas de ahora y a los sindicalistas, de ahora también.
Dice preferir las fondas puebleras a los hoteles limpios porque se siente mejor “el contacto con el espíritu nacional”. Por eso es de esos buenos escritores buen charlatán con quien se encuentra a su paso y que tanto habla con porqueros que con ilustres o poderosos personajes.
Es también una diatriba contra la educación en España: “antes que un hombre pueda nadar, debe entrar en el agua; antes que pueda jinetear, debe montar a caballo, y antes que pueda ser ciudadano inteligente, debe recibir educación cívica, que nadie se cuida de dar en España”.
Es sarcástico y bromista recordando dichos y diretes. “-¿Qué crees? –Lo que la Santa Madre Iglesia. –Y qué cree la Santa Madre Iglesia? –Lo que yo creo”.
“los hombres no dejamos atrapar tan fácilmente como los pájaros, pero como éstos somos difíciles de guardar”.
Ni que decir tiene que ya tengo en el disparadero sus otros libros, creo que recién editados: Peregrino en Indias y El lazarillo español. O el estudio que le dedica Miguel Sánchez-Ostiz en su Cirobayesca Boliviana.
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