lunes, 15 de noviembre de 2021

LOS ROSTROS DE LA SALSA. LEONARDO PADURA.

  El otro día volví a las librerías para comprar los Diarios de Chirbes. Están agotados. Ni siquiera en La Central, de Anagrama, lo tenían ya. Mi teoría es que en el libro, por lo poco que he leído en los medios, se cuentan escenas escabrosas de tipo sexual y se mete con muchos de nuestros escritores conocidos, para bien o para mal, y eso siempre causa morbo. El caso es que por lo que sea no hay ejemplares disponibles. En una de las grandes me dijeron que está en reimpresión. Entonces, como me cuesta irme sin alguno, vi este de Padura, cubano de pro, del que he leído dos o tres libros buenos. Y me llamó la atención que fuera un entusiasta de la música salsera, o cubana o sonera o como quieran llamarla.

  La música cubana fue para mí un descubrimiento que cambió mi forma de ver la vida. Siempre he tenido un carácter algo taciturno, melancólico, un poco con la visión de lo trágico de la vida. Y la música cubana me hizo ver que también la vida puede ser vista desde el lado alegre, del lado artístico de la salsa y viendo a los bailadores. En un pueblo cercano a donde vivimos abrieron una sala en un extrarradio industrial regentado por un cubano y varios recién llegados, todos fabulosos bailadores. Llegamos a ir de jueves a domingos todas las semanas. Te recibían con un abrazo y te llamaban hermano con gran credibilidad. Y preparaban excelentes combinados como capirinhas, margaritas, cubalibres, etc, por el módico precio de siete euros, clases incluidas. Aquello era el paraíso caribeño a las afueras de Madrid. Queríamos vivir allí siempre. Ver a esos jóvenes finos como atletas de fondo bailar de aquella manera tan natural y a la vez tan difícil nos hizo enamorarnos de ese mundo. Pronto comencé a escuchar a los más grandes: Adalberto Álvarez, Manolito Simonet, Rubén Blades, Juan Luis Guerra y sobre todo mis admirados la orquesta de los Van Van dirigidos por el irrepetible Juan Formel.

  Llegué a saber tanto de sus vidas como de mis músicos o escritores favoritos. Quería escuchar todos sus discos, ver los videos en los que maravillosos bailadores discurrían por esas músicas tan alegres. Y fui a varios conciertos que me hicieron verdaderamente feliz. Los que estábamos debajo del escenario no podíamos parar de mover el cuerpo y mirarnos como si fuéramos miembros de una misma familia entregada a la misma religión. Y he visto a Los Van Van dos veces, a Isaac delgado, a Maikel Blanco, la orquesta de Revé, etc, o al africano bajista de jazz pero también con incursiones a la salsa, Richard Bona trasplantado, talento mediante, a París y luego a  Nueva York.

  El caso es que lo compré en edición de Tusquets en reedición de una en La Habana de 1997. Se aclara en el libro de Padura que hubo un momento, en los años setenta, que las letras comenzaron a hablar de otras cosas: de la sociedad, de la ciudad, de la emigración, de la delincuencia y no solo del amor o de la misma música. Sí he echado de menos que no se hubieran añadido más textos del 97 a la actualidad. Han surgido nuevos y pujantes artistas y la salsa ha subido y bajado y vuelto a subir desde entonces. Las salas de música caribeña se llenan en todo el mundo y he visto a bailadores cubanos brillar en sitios tan inesperados como Moscú, por ejemplo el mágico Yoandy Villarrutia.

  El libro está compuesto de varios prólogos a esta edición, entrevistas a varios de los más grandes, muchos ya fallecidos, y a un epílogo. Me ha sabido a poco aunque tiene también aciertos como plasmar la discografía indispensable y saber de detalles que no sabía de Juan Formal y Blades, para mí dos de los más grandes. Lástima que desapareciera el cubano en el 2014. Larga vida al panameño.

  “Por ejemplo, aquí se va mucho la electricidad, y ninguna sociedad en la que no se vaya la luz sabe lo que es la alegría de que la luz llegue: es impresionante oír los gritos de júbilo que anuncian que llegó la luz”. Juan Luis Guerra. Santo Domingo.

  “Mira, el arte, los autógrafos, los aplausos, los besos de las muchachas, son una droga que ejerce una acción directa sobre la conciencia. Creo que el artista es un afectado emocional y generalmente acude a los aditamentos de la moda”.

  “Yo sigo siendo el hijo mayor, el primer fruto del amor del bohemio Ramón Emilio y de la vendedora Bienvenida, que un día se conocieron en Altramira y cantaron juntos una canción de amor tan hermosa que hizo posible que yo pudiera cantar muchas otras canciones. Así de simple es la vida”.


 

No hay comentarios: