viernes, 18 de junio de 2021

MARIQUITA LEÓN. JOSÉ NOGALES.

   Este mes hará tres años que fuimos de vacaciones a Cádiz. Tenemos un recuerdo maravilloso de aquellos días. La luz (qué fotos increíbles), la frescura del verano –nada que ver con el sofoco de Sevilla-, el mar, la comida, los paseos nocturnos, la plaza del mercado... una maravilla. El colofón fue que pasáramos por Sevilla y conociéramos a algunos amigos conocidos del desaparecido blog de Antonio M. Molina. Comimos en una taberna como las que sólo hay en Sevilla. Y qué raciones. Todo esto para decir que allí mismo, en Casa Morales,  me regaló Sap un libro al que por fin le tocó el turno de ser leído: Mariquita León, de un tal José Nogales. El tipo no fue más famoso porque se murió pronto. Pero tenía un estilo estupendo y pudo haberse codeado con lo mejor de los columnistas de entonces, finales del XIX y principios del XX. Tuvo también una vida aventurera pero lo malo es que, como se ha dicho, murió demasiado joven.  Como dice Ángel Manuel Rodríguez Castillo en el prólogo, hay una calle dedicada a él en Huelva. El caso es que es una buena novela, rústica, que habla del campo de entonces, con su atraso, sus caciques, con el cura, el médico, la gobernanta y la muerte rondando por todos lados.

  Está editada en la Biblioteca de la Cultura Andaluza y no cabe duda que en el futuro los estudiosos, los historiadores muy podrían echar mano de esta obra para saber cómo se vivía a principios de siglo en el campo, sitio de sacrificios, pero más si cabe en Andalucía.  

  “Cuando despidieron a la comisión electoral, que iba levantando polvo por el arrecife, traqueteada dentro de un cochecillo de pocos muelles, el cacique máximo, con su cara roñosa y su gabán de invierno, preguntó a Larán Larán:

-¿Qué te parece?

-Que ese candidato es tonto.

-Razón de más para que sea candidato”.

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