En Facebook vi que daban la presentación de este libro de viajes del periodista en Ámbito Cultural. Jefe de opinión del diario El Mundo. Y me enteré porque participaba Andrés Trapiello en el prólogo. Trapiello es en ese sentido como Borges: todo lo que prologa lo convierte en oro, o al menos, de entrada, en algo interesante. Pero, lástima, no todo lo prologado por un grande se convierte en grande. Porque a diferencia de Trapiello, un escritor de libros que también escribe artículos, Bustos es un escritor de artículos que ha escrito un libro. Y se nota la falta de estilo, de pulso, aunque me encante como articulista. Un articulista podría ser comparado con un velocista mientras que un escritor de libros es un maratoniano. Así, Bustos se desfonda.
El libro de Bustos no diré que está lleno de lugares comunes pero sí da la sensación de que los lectores caminamos por senderos que ya han sido trillados. Frases, ideas, anécdotas mil veces leídas al menos por los que frecuentamos, eso tan insano de leer cada día sin descanso. Y es que Bustos confiere un gesto como de suficiencia, como de que quiere y no llega a ser lo suficientemente sarcástico, o como que está por encima de los personajes que nos relata. Leyendo a Trapiello uno siempre se descubre con la sonrisa abierta en la boca, o la carcajada o la lágrima, sin disimulo. Leyendo este libro de Bustos uno tiene solo media boca sonriendo mientras la otra mitad la tiene descolgada en un gesto de eso, de desencanto.
Leer frases como esta: “En el verano de 2015 mi periódico me envió al lugar de cuyo nombre no quiso acordarse Cervantes”. Al final hay un plano con ambos recorridos: El de la tierra de La Mancha y el de Francia. Se agradece.
Cuenta que su periódico lo envió a seguir los pasos del Quijote y, consecuentemente, los pasos de Azorín. ¿Qué aporta éste aparte de lo que magistralmente aportó aquél? Poca cosa; quizá la idea de que el liberalismo es bueno para el hombre, cosa en la que puedo a llegar a estar de acuerdo. “La libertad solo convence a un puñado de insensatos en cada sociedad, y por eso los liberales medianamente genuinos jamás ganarán unas elecciones. ¿Quién va a votar a alguien que te recuerda a todas horas que tú eres el primer responsable de lo que te pasa?”.
También tiene cosas que me han gustado: sus continuas referencias al gran Josep Pla. La pena es que Pla sea irrepetible, inimitable. “Josep Pla resumía todo el horror del siglo XX en una frase que de adolescente me pareció paradójica y que luego no he parado de repetirme como una letanía protectora a la que acoger mis juicios políticos: Cuando les das el poder a los virtuosos, todo el mundo se muere de hambre”.
Sí, como dice en la contraportada sobre lo que decía Pla sobre lo mejor en literatura: Observación, reflexión y confidencia. A mí como lector me ha faltado eso que encuentro en otros: la profunda admiración, no solo a cómo lo observa o cómo reflexiona lo que ve sino en cómo nos hace la confesión, la confidencia. Como dice Trapiello: mirar es lo más difícil. Así que bien venido sea este libro a la balda de los Asteroide, magnífica editorial.
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