Una lectura que tenía ganas de emprender hace años: Las vidas paralelas de Plutarco, en especial la parte más famosa: Vidas de Alejandro y César. Tantas referencias en obras de historia, en conferencias, en novelas. Y cuando vi que tenían esta edición en Acantilado me hice con ella. Leer este libro es como lo que se dice de Nueva York. Aunque no hayas estado nunca cuando llegas parece que ya la conoces tantas veces la has visto en películas y fotografías.
Son pequeñas biografías en las que se cuenta la historia de su vida, cómo es el personaje más que sus vicisitudes en batallas. “Mi propósito no es escribir historias, sino vidas”.
Fueron escritas en el año 96 y en aquella época todo el que quisiera ser culto debía dominar el griego. La capital del mundo antiguo no era Roma sino Rodas. Alejandro llevaba siempre consigo un libro: La Iliada.
Una cosa en común que me ha llamado la atención es la capacidad que tenían ambos para ser magnánimo con los vencidos. “Y escribió a los amigos de Roma que el mayor placer de la victoria era salvar a los ciudadanos que habían combatido contra él”. Y que se apenaban grandemente por el futuro de sus soldados: todos estarán muertos en unos años. “Tampoco miró con indiferencia las estatuas derribadas de Pompeyo, sino que las hizo volver a levantar, por lo que Cicerón dijo que César, al poner en pie las estatuas de Pompeyo, afianzó las suyas”.
Dos apuntes que ya sabía pero de segundas: El hecho asombroso que decía que Alejandro, a pesar de ser joven y estar todo el día de aquí para allá, en campaña, emanaba de su persona un perfume extraordinario: “Aristóxeno cuenta en sus memorias que su piel y su boca exhalaban una fragancia agradable que impregnaba su ropa”. Otro es cuando llega a la ciudad de Gordio en la que se decía por parte de los bárbaros que quien deshiciera el nudo de un carro, atado con cuerdas de cornejo, dominaría el mundo. Y Alejandro cortó el nudo con su espada de un fuerte tajo, pasando a la historia esa frase que confirma eso de que si la violencia no sirve para resolver trifulcas es porque no se ha usado con la suficiente fuerza y determinación: El nudo gordiano o resolver un asunto complejo a lo bruto.
En Julio César por supuesto lo más admirable es el relato de su muerte. Fue tan pública, tan rodeado de senadores y testigos que luego lo contaron a muchos y quedó la constancia para la posteridad. Por la forma de contarlo parece haber sucedido esta mañana.
“El día anterior, cenando con Marco Lépido, mientras escribía unas cartas como acostumbraba, recayó la conversación en qué clase de muerte era la mejor, y exclamó adelantándose a todos: La inesperada”.
César comienza a recibir la primera cuchillada a la altura del cuello, poco profunda, no mortal pero “...cuando Bruto había sacado la espada, se echó la toga sobre la cabeza y se dejó caer”. “Se dice que recibió veintitrés, y que muchos de los conjurados se hirieron entre sí, al querer asestar todos esos golpes a un solo cuerpo”.
Tremendo. Un gustazo. Leeré más Vidas Paralelas.
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