miércoles, 23 de diciembre de 2020

JOSEPH CONRAD. UN VAGABUNDO DE LAS ISLAS.

 

    Uno de los últimos libros del año: Un Vagabundo de las Islas, de Conrad. Lo tenía desde 1994 y me he dicho: de este año no pasa. Lo que ocurría, cada vez que lo hojeaba es que el comienzo no me llegaba, me resultaba confuso como son casi siempre las páginas de Conrad. Cuesta meterse en las tramas. En este caso, superado este primer bache uno va adentrándose poco a poco en el mundo conradiano del contacto, la difícil convivencia del hombre blanco con los indígenas de países que ni siquiera saben lo que significa la palabra desarrollo y donde el hombre blanco generalmente va a explotar los recursos, a esclavizar a los negros y a establecerse como dueño y señor de sus tierras.

  Willens, el protagonista, es al principio un grumete que llega en un mercante holandés y protegido del capitán prospera en el negocio del intercambio comercial debido a su inteligencia. Sin embargo la codicia y un carácter un poco débil (siempre que la familia de su mujer, de origen portugués y medio mulata le pide dinero éste se lo presta). Debido a estas deudas comete un pequeño fraude que se va complicando. Para cambiar de ambiente Lingard, el capitán, lo envía a tierras inhóspitas y allí conoce a una hermosísima malaya. Tienen una relación pero entonces llega su mujer, mujer que le había echado de casa con un hijo pequeño. Y cuando están a punto de marcharse, el matrimonio reconciliado, la indígena Aíssa, por despecho, lo mata. Bueno, un dilema moral un poco cogido con pinzas. Y, o la traducción no era muy buena, o esta novela no fue de las más conseguidas suyas. Nada que ver con la profunda y misteriosa El corazón de las tinieblas.

  Bueno, ya está, por fin la paso desde la tabla de pendientes a las baldas de libros pequeños y mal hechos, detrás de las estanterías con los preferidos.

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