En 1965 Seix Barral publicó esta novela del
joven cubano poco antes de marcharse a Londres seguramente porque el régimen de
Franco le hizo la vida imposible, como antes se la hizo Fidel. Este tomo, rojo, sin las tapas originales, es
del 71. Y es una sustracción que hice de cierta biblioteca en la que me reclamaron
la labor de inventariar lo que había. Al final se inventarió todo de manera
correcta excepto algunos libros, no muchos, incluido éste. Es una novela
rompedora donde se van mezclando estilos y dando entrada a la forma de hablar
de los cubanos. De Cabrera Infante leí hace años La Habana para un Infante
difunto, en una colección de quisco muy aparente de los premios Cervantes. A él
se lo dieron en el 97. Y he de decir que me gustó más el de la Habana. También
leí hace años Cuerpos Divinos, una obra autobiográfica de la que no recuerdo
gran cosa. Si acaso que perseguía a un muchas mujeres por la calle siendo
periodista y donde se narra la vida de la juventud cubana. Pero de una manera
confusa, de ahí que no recuerde apenas nada. Se publicó una vez muerto él y
seguramente para redondear los ingresos de sus herederos y de su editorial.
Quizá no en este orden. Tristes Tigres es también un galimatías, y lo mismo por
eso le puso ese título. En esta época los escritores son muy dados a hacer
experimentos, cuando lo mejor es seguir el ejemplo que daba Azorín: poner una
letra detrás de otra, de la manera más fácil y sencilla, añado yo. Me ha
costado terminarla y a veces leía en diagonal. Un poco tostón. Creo que, como
Fidel Castro, sufría de verborrea.
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