jueves, 7 de diciembre de 2017

GERONA (1874) CADIZ (1874). BENITO PEREZ GALDOS. LOS EPISODIOS NACIONALES.





  Vi apilados en el VIP un montón de tomos morados de los Episodios. Costaban cuatro euros el tomo. Cada tomo dos novelas. Un par de meses después los he visto a un euro y he comprado otros dos, los que quedaban. Pérez Galdós sabía historia sabía contarlas bien y tenía un gran talento para embutir a sus personajes en las tramas. Los fija en el papel con cuatro pinceladas maravillosas. Al principio me reía porque la inteligencia y el ingenio hacen reír al cerebro. Casualmente no podía dejar de compararlo con el Victus de Sánchez Piñol, leído recientemente.
  “El señor don Pablo Nomdedeu era médico. No pasaba de los cuarenta y cinco años, pero los estudios o penas domésticas, para mí desconocidas, habían trabajado en tales términos su naturaleza, que aparentaba muchos más del medio siglo. Era acartonado, enjuto, amarillo, con gran corva en la espina dorsal, y la cabeza salpicada de espesos pelos rubios y blancos, como yerba que nace al azar en ingrata tierra”.
También retrata los espacios como nadie:
 “De su casa poco diré. Era tan humilde como decente. Muchos libros, algunas estampas francesas de anatomía, emparejadas con otras de santos, y bastantes cuadros que ostentaban detrás del vidrio innumerables yerbas secas con sendos letreros manuscritos al pie. Pero lo que principalmente impresionaba mi ánimo al subir a casa del señor Nomdedeu era una criatura tierna y sensible, una belleza consumida y marchita, una triste vida que, junto a la pequeña ventana abierta al mediodía, quería prolongarse absorbiendo los rayos del sol”.
  Las páginas, casi cuatrocientas, vuelan metiendo al lector dentro de una historia realista pero sin dramatismo. No se verán sesos esparcidos ni tripas abiertas. No hay escenas de sexo subido pero se respira vida, cosa harto difícil en la literatura.
  Impagable es la semblanza amable que un personaje británico hace de este país:
 “Yo debí nacer en España. Si yo hubiese nacido bajo este sol, habría sido guerrillero hoy y mendigo mañana, y fraile al amanecer y torero por la tarde, y majo y sacristán de conventos de monjas, y abate y petimetre y contrabandista y salteador de caminos… España es el país de la naturaleza desnuda, de las pasiones exageradas, de los sentimientos enérgicos, del bien y del mal sueltos y libres, de los privilegios que traen las luchas, de la guerra continua, del nunca descansar…”.
  Bofetadas de realidad, sí.
  También hace, de vez en cuando, entradas cual wikipedia decimonónica de estilo deliciosamente didáctico: “Debo indicar que doña Francisca Larrea, esposa del entendido y digno alemán, Böhl de Faber, era una mujer de mucho entendimiento, escritora, lo mismo que su marido, a quien eran muy familiares los primores de la lengua castellana. De este matrimonio nació Cecilia Böhl, a quien debemos las mejores y más bellas pinturas de las costumbres de Andalucía, novelista sin igual y de fama tan grande como merecida dentro y fuera de España”.
   Pues nada, aún me esperan cuatro novelas más que leeré seguramente ya el año que viene. Antes me daré una vuelta –de papel, se entiende- por Viena, Italia y la Patagonia, casi nada.

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