sábado, 30 de diciembre de 2017

ELIO VITTORINI. DIARIO EN PÚBLICO. AUTOBIOGRAFÍA DE UNMILITANTE DE LA CULTURA.




  Este libro es de la editorial Gadir. Me encanta esta editorial, especializada en libros de autores italianos. Pertenecientes a esta editorial he leído algunos de los mejores. Cómo olvidar por ejemplo a Svevo o Carlo Levi.
  Lo vi en las estanterías que utilizan los VIP,s para vender restos de ediciones o ejemplares que por lo que sea no han tenido la aceptación del público. Eso no significa que a mí no me gusten. No suelo tener, en materia literaria ni en cualquier otra materia, gustos que coincidan con la mayoría. El caso es que lo vi, vi que tenía un precio de 25 euros y que lo habían rebajado a 6,95. No conocía al autor, pero las palabras de la portada Diario, Autobiografía y Cultura, me ayudaron a elegir. Gran decepción.
  El libro se compone de un refrito de artículos resumidos y que han soportado fatal el paso del tiempo. No me ha interesado nada el qué contaba y menos aún el cómo lo contaba. No he hecho, muy raro en mí, ni un solo subrayado o cometario. Algunas cosillas en torno a la religión, la política y poco más. Al final se me caía de las manos. O como suelo hacer; leo en diagonal deseando que las páginas se acaben cuanto antes. Tiene muchas frases salpicadas de corchetes con tres puntos suspensivos. Mala señal. Libro prescindible pero a la vez práctico: la próxima vez que me encuentre con algo parecido gastaré más tiempo ojeando mi ejemplar hasta estar realmente seguro de que me va a interesar.

jueves, 21 de diciembre de 2017

EL REVÉS Y EL DERECHO. ALBERT CAMUS




  Camus es para mí, para muchos europeos que lo han leído, un referente moral. En mi pirámide interior lo tengo en la cúspide junto con Orwell y, más cercano, junto a Savater. Estas páginas, quizá un sustrato de toda su obra, están compuestas por varios ensayos escritos en su juventud, el discurso de Suecia y una conferencia de 1957 que marcó una época: ”El artista y su tiempo”.
  En el Prefacio hace una alabanza de su niñez,  pobre pero a la vez feliz, deleitosa: “En África el mar y el sol son gratis”. “Me gustan las casas desnudas de los árabes o de los españoles”, “La pobreza, pues, tal como la viví, no me enseñó el resentimiento, sino, antes bien, cierta felicidad y una tendencia muda”.
  En el ensayo “Ironía” se habla de la muerte. Tres destinos semejantes. La muerte para todos, pero a cada cual su propia muerte. “A fin de cuentas, pese a todo, el sol nos calienta los huesos”.
  En “entre sí y no” se habla de la pérdida, de la muerte también. Y la atmósfera, la atmósfera triste de la niñez, de la muerte del padre, de los olores, del calor y de las calles ardientes, de tener una madre que es incapaz de dar cariño, de la soledad.
  En “Con el alma transida” Camus llega a Praga y siente un vacío profundo. Es incapaz de estar en la habitación de su hotel. “Cualquier país en que no me aburra es un país en que no aprendo nada”. Se muere de soledad y recuerda sus comienzos en su ciudad a orillas del Mediterráneo “Habría llorado como un niño si alguien me hubiera abierto los brazos”.
  “Pasión por la vida”, un recorrido por las islas de Mallorca e Ibiza. Una delicia. “Hay mujeres en Génova cuya sonrisa amé durante toda una mañana”.   
De la conferencia del 14 de diciembre de 1957: El difícil papel de los intelectuales; antes y ahora y siempre “Un sabio oriental pedía en sus plegarias que la divinidad tuviese a bien dispensarle de vivir una época interesante. A nosotros, como no somos sabios, la divinidad no nos ha dispensado y vivimos una época interesante. En todo caso, no admite que podamos desinteresarnos de ella. Los escritores de hoy lo saben. Si hablan, se les critica y se les ataca. Si, por modestia, callan, sólo se les hablará de su silencio, para reprochárselo ruidosamente”.
  “El único artista comprometido es el que sin rechazar el combate, se niega al menos a sumarse a los ejércitos regulares, me refiero al francotirador”.
  “El arte camina entre dos abismos, que son la frivolidad y la propaganda”.
  Siempre Camus.

lunes, 18 de diciembre de 2017

SVETLANA ALEXIÉVICH. LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER.




  Otro libro leído de esta escritora y periodista en torno a los testimonios de personas anónimas que, con sólo dos o tres pinceladas, nos transmiten sus recuerdos de angustia o alegría.
  Como dice la contraportada, casi un millón de mujeres combatió en las filas del Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial. Cientos de ellas cuentan sus experiencias. Muchas de ellas aterradoras, pero también hay espacio hasta para el amor en tales circunstancias. También, claro, para la tragedia y la vergüenza. En un momento dado Alexiévich nos narra conversaciones con “el censor” porque las autoridades rusas no veían adecuado que se hablara de determinados temas y de determinados modos.
  “Avanzábamos… entramos en los primeros pueblos alemanes… Éramos jóvenes. Fuertes. Llevábamos cuatro años sin mujeres. En las bodegas había vino. Había comida. Capturamos a unas chicas alemanas y… violamos a una entre diez hombres. .. Había pocas mujeres, la población escapaba del ejército soviético, así que cogíamos a las adolescentes. A las niñas… de doce, trece años… Si lloraban, les pegábamos, les tapábamos la boca con algo. Les dolía y nosotros nos reíamos. Ahora no entiendo cómo fui capaz de hacerlo… Yo venía de una familia educada… pero lo hice…
   “Lo único que temíamos era que nuestras chicas lo descubrieran. Nuestras enfermeras. Delante de ellas sentíamos vergüenza”.
La guerra es la selva, la lucha por la supervivencia. “Lo que cuesta encontrar en la guerra a una buena persona…”. Pero es que vemos a muchachas que eran gente normal, apenas niñas, preocupadas en sus quehaceres, convertirse en efectivas francotiradoras o tanquistas o guerrilleras.
  Hay reflexiones curiosas como aquella en la que se narra un paisaje lleno de cadáveres. Torturados, descuartizados… “¿Cómo la gente se atreve a cometer esas cosas delante de los caballos? Delante de los animales”.
  A veces uno descubre un pasaje en el que al que da el testimonio se le va la mano, o la boca. Es claramente una exageración aumentada por el doloroso recuerdo: “… ¿qué podía hacer? Corté aquella carne con los dientes. Le puse el vendaje. Le estaba vendando y el herido murmuraba: más rápido enfermera. Tengo que seguir luchando”.
  Había soldados mujeres que tenían el encargo de enviar cartas a los soldados del frente. Sin conocerlos. “Muchos habían perdido a sus familiares, algunos porque habían muerto y otros porque vivían en los territorios ocupados. Éramos nosotras quienes escribíamos las cartas firmadas por la Joven Desconocida. ¿Cómo van los combates? ¿Cuándo traerás la victoria a casa? Nos pasábamos noches enteras componiendo esas cartas”.
  La crueldad: “Recuerdo a un alemán herido, tumbado, se agarraba a la tierra, la herida le dolía; se le acercó nuestro soldado: ¡No toques eso, es mi tierra! La tuya está allí de donde has venido”.
  Pero uno de los pasajes que más me ha gustado y conmovido ha sido en el que se cuenta cómo, en su avance hacia Berlín, un grupo de soldados ocupó un castillo lleno de habitaciones y en donde había armarios llenos de vestidos. Todas quisieron dormir con esos vestidos ligeros y bonitos para sentirse otra vez mujeres. “No era lo que más odiaba, la muerte; lo que más odiaba era llevar constantemente ese uniforme ancho y feo y esas botas grandes y duras como piedras”.

martes, 12 de diciembre de 2017

12 de diciembre de 2017. Exposición de cartografía en la Biblioteca Nacional.


Cartografías de lo desconocido. 


  La Biblioteca Nacional es, felizmente, uno de los sitios donde es más asequible entrar. No me refiero al precio que es gratis, sino a que tan solo hay que pasar un detector de metales y acceder sin más. No hay colas, nadie pide la documentación –aunque yo saqué el DNI- y todo el mundo da un sonriente “buenos días”. La exposición está en la planta baja y contiene libros, maquetas, dibujos y por supuesto mapas. Mapas antiguos, de cuando existían enormes espacios vacíos y donde esos vacíos se llenaban, al plasmarlos en papel, en dibujos de seres mitológicos o animales fantásticos. Son mapas bonitos, artísticos independientemente de lo que representen. Ahora desde cualquier teléfono inteligente podemos rastrear cualquier punto del globo y descubrir un tesoro, una civilización olvidada o un nuevo afluente en una selva perdida. Entonces, en la época de los descubrimientos, de Colón, Ptolomeo, etc, todo se basaba en la ley del acierto y el error, y entre medias, años de y avances o catástrofes.






En otro panel encontramos otra explicación, -uno de los grandes aciertos de esta exposición son los textos escritos en la pared-: “El mapa se ha convertido en la mejor manera de representar lo que escapa al ojo humano, el instrumento por antonomasia para cartografiar lo desconocido”.




Un manuscrito de Fray Bartolomé de las Casas: “El día viernes que llegaron a una isleta de los lucayos, que se llamaba en lengua de los indios Guanani. Luego vinieron gente desnuda y el almirante salió a tierra”.
  Hay un mapa curioso en el que Madrid es el centro del planeta. En nuestra ciudad está clavada la punta del compás y a partir de ahí los círculos concéntricos que llegan hasta Nueva Zelanda, las antípodas.





  Hay unas maquetas fabulosas en las que se representa el mundo, pero en las maquetas no se representa el agua; es como si se hubieran secado las aguas de mares, ríos y océanos. Es impresionante ver las alturas de los Andes o del Himalaya, pero no menos las profundidades de las Marianas.
Uno de los primeros dibujos que nos encontramos es un guiño, los mapas del espíritu y de la vida. Es una lámina a gran tamaño de diversos estudios de la anatomía humana. ¿Unos esqueletos en una exposición de cartografía? Sí, y encontramos la explicación, otra vez en los deliciosos textos: “Sirve además para cartografiar la región más desconocida, la muerte, según los códigos y alegorías de la pintura de vanitas”. Crisóstomo Martínez, entre 1680 y 1690. 
  En definitiva, una de las mejores cosas que se puede hacer una soleada y fría mañana de Madrid.