miércoles, 9 de noviembre de 2016

PATRIA. FERNANDO ARAMBURU.




  Gran novela, de las que se convertirán en importantes. Cuando los historiadores buceen en los documentos, en las hemerotecas, les faltará “lo humano” para saber qué pasó. Con esta novela se sabrá un poco mejor qué clase de locura colectiva ocurrió en el norte del país contaminando a su vez de dolor a todo el resto.
  Es un juego dramático, de encaje de piezas, un puzle difícil y variado en el que al lector le es dada la capacidad para ir reconstruyendo un espacio lleno de matices, de pedazos de vidas, influidas por una lacra que ha golpeado a este país durante décadas: el terrorismo. Un buen escritor, pienso yo, tiene que tener la valentía, la capacidad, la técnica; en definitiva, el poder de convencimiento, de poder meterse en el cerebro de sus personajes, sacados de la realidad o no, y darles su voz, sus razones; como dice el autor “llenarlos de humanidad”. Un descubrimiento para mí este escritor. Ya tengo en favoritos para comprar “Viaje con Clara por Alemania”, que estuve a punto de comprar cuando salió y que ofrecían en Círculo, y “Años lentos” del que he leído por aquí buenas críticas.

  "Le parecía que, hasta la fecha, a las víctimas del terrorismo se les había prestado poca atención por parte de los escritores vascos".
  “Asimismo escribí en contra del crimen perpetrado con excusa política, en nombre de una patria donde un puñado de gente armada, con el vergonzoso apoyo de un sector de la sociedad, decide quién pertenece a dicha patria y quién debe abandonarla o desaparecer. Escribí sin odio contra el lenguaje del odio y contra la desmemoria y el olvido tramado por quienes tratan de inventarse una historia al servicio de su proyecto y sus convicciones totalitarias”. Parte de una conferencia que da un escritor dentro de la novela. Muy significativo.

  Al final un millar de muertos, una sociedad rota, viudas huérfanos, jóvenes pudriéndose en la cárcel… para nada. “Abrigaba la firme convicción de haber sido víctima de una estafa”, reflexionaba el personaje que encarna la figura del presidiario. Él se da cuenta de que su “sacrificio” no ha servido de nada. Ve en la televisión que la gente, con sus ikurriñas, sus bocadillos, sus hijos y amigos, asisten a un partido de futbol. “Y causas de causas que llevaron a nuevas causas y a la situación actual, la de un hombre sin más paisaje que las cuatro paredes de su celda, abrumado bajo el peso de lo que hizo en nombre de unos principios que otros idearon y él, obediente, ingenuo, asumió”.

  Con las últimas páginas de este libro, Patria, se me escapan algunas lagrimillas. Son pocas las novelas de las que pueda decir eso.

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