Gran novela, de las que se convertirán en
importantes. Cuando los historiadores buceen en los documentos, en las
hemerotecas, les faltará “lo humano” para saber qué pasó. Con esta novela se
sabrá un poco mejor qué clase de locura colectiva ocurrió en el norte del país contaminando
a su vez de dolor a todo el resto.
Es un
juego dramático, de encaje de piezas, un puzle difícil y variado en el que al
lector le es dada la capacidad para ir reconstruyendo un espacio lleno de
matices, de pedazos de vidas, influidas por una lacra que ha golpeado a este
país durante décadas: el terrorismo. Un buen escritor, pienso yo, tiene que
tener la valentía, la capacidad, la técnica; en definitiva, el poder de
convencimiento, de poder meterse en el cerebro de sus personajes, sacados de la
realidad o no, y darles su voz, sus razones; como dice el autor “llenarlos de
humanidad”. Un descubrimiento para mí este escritor. Ya tengo en favoritos para
comprar “Viaje con Clara por Alemania”, que estuve a punto de comprar cuando
salió y que ofrecían en Círculo, y “Años lentos” del que he leído por aquí
buenas críticas.
"Le parecía que, hasta la fecha, a las víctimas del
terrorismo se les había prestado poca atención por parte de los escritores
vascos".
“Asimismo escribí
en contra del crimen perpetrado con excusa política, en nombre de una patria
donde un puñado de gente armada, con el vergonzoso apoyo de un sector de la
sociedad, decide quién pertenece a dicha patria y quién debe abandonarla o
desaparecer. Escribí sin odio contra el lenguaje del odio y contra la
desmemoria y el olvido tramado por quienes tratan de inventarse una historia al
servicio de su proyecto y sus convicciones totalitarias”. Parte de una
conferencia que da un escritor dentro de la novela. Muy significativo.
Al final un millar de muertos, una sociedad
rota, viudas huérfanos, jóvenes pudriéndose en la cárcel… para nada. “Abrigaba la firme convicción de haber sido víctima de
una estafa”, reflexionaba el personaje que encarna la figura del
presidiario. Él se da cuenta de que su “sacrificio” no ha servido de nada. Ve
en la televisión que la gente, con sus ikurriñas, sus bocadillos, sus hijos y
amigos, asisten a un partido de futbol. “Y causas
de causas que llevaron a nuevas causas y a la situación actual, la de un hombre
sin más paisaje que las cuatro paredes de su celda, abrumado bajo el peso de lo
que hizo en nombre de unos principios que otros idearon y él, obediente,
ingenuo, asumió”.
Con las últimas páginas de este libro, Patria,
se me escapan algunas lagrimillas. Son pocas las novelas de las que pueda decir
eso.
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