Cuando uno lee a Gómez
de la Serna se le está encendiendo una lucecita constantemente en el cerebro.
Es chispa, humor, sorpresa, ingenio, inteligencia. Esta monumental obra, una
curiosa manera de contarnos su vida, tiene novecientas páginas. Uno cree que
según vaya avanzando en los años (nació en 1888) irá descubriendo los grandes
acontecimientos históricos que le tocó vivir, la primera Guerra, la República,
la Guerra Civil, la Segunda. No es así; los pasa de puntillas, y apenas se
entrevé alguna queja, algún disgusto. Sí de los viajes que debe hacer, de las
huidas. Él habla de la importancia de llamarse Ramón, de sus primeras lecturas,
de su familia, de sus tíos, del colegio, enfermedades; pero contando tan solo
las esencias, lo importante, sin detenerse en detalles superficiales, con suma
maestría. Un conocido me decía que RGdelaS era un escritor para escritores.
Puede ser, yo aún diría que ni eso porque apenas se leen ya sus libros.
A pesar de sufrir
penalidades económicas (fue un escritor esencial, puro, decidido, apasionado,
torrentoso) viajó mucho y reunió un tesoro de cosas inútiles y rocambolescas
como las esferas, cuadros, lámparas, libros, o estampas, pisapapeles que tuvo
que ir dejando o malvendiendo huyendo de la locura de los sitios.
Habla mucho y bien de su
ciudad, de mi ciudad, de Madrid. De sus amigos queridos, del café Pombo y
tantos otros…, pero mejor que hable él, o por lo menos de lo que más me ha
llamado la atención:
“¡Es tan difícil evitar la invención y la falsa anécdota!
A mí me ha pasado que
estando en algún café de barrio en que no me conocían, he oído achacar a ´Gómez
de la Serna’ opiniones que nunca propugné, y he sabido de discusiones
pintorescas en que se ha discutido que yo era calvo y gastaba bisoñé, o ya
perdido el polemista al ver que le rebatían sus opiniones literarias sobre mí,
ha acabado por decir: ´Sí, muy bien… Lo que ustedes quieran, pero pega a su
mujer´”.
Nada más ver el
Imprescindibles de Chillida leo en este libro lo siguiente referido a Fernando,
tío de Gómez de la Serna:
“-Es imposible venir a ver ya al tío Fernando… ¿A que no sabes qué me ha dicho hoy?
“-Es imposible venir a ver ya al tío Fernando… ¿A que no sabes qué me ha dicho hoy?
-¿Qué te ha dicho?
-Que ya no lee nada más que lo que dijeron de él en su época los
periódicos y las revistas…
-¿Ni un periódico ni un libro de ahora?
-Nada… Absolutamente nada más que lo que dijeron de él en el
pasado… Se va a poner imposible, no se va a poder hablar de nada con él”.
Y qué precisión a la
hora de describir a su tío Félix, el favorito: “Había sido honrado toda la
vida. Había visto llegar los acontecimientos de su tiempo sin miedo. Pero su
mayor valentía era mirar a través de los cristales de su balcón los inviernos
helados de Madrid, sonriendo y frotándose las manos”.
Me pasa leyendo un buen
libro, Automoribundia lo es, vaya si lo es, que se encuentra enseguida cita
para cualquier ocasión que se presente. Por ejemplo una entrada del blog de
Muñoz Molina. Sobre la ciencia y las letras. Gómez de la Serna lleva un tiempo
en París viviendo la bohemia y cuenta que Baroja les daba, como se decía, la
cena. “… Baroja se empeñaba en ensombrecer la vida. Su monserga era la ciencia,
y como nombre de combate tenía el del biólogo Metchnicov, que estaba entonces
de moda: ´Nada… Lo que hay que ser es un Metchnicofff´ y le añadía tres efes en
vez de su v final”. Me ha extrañado esta pequeña coz al gran Baroja, a quien
nunca hubiera pensado que pudiera ser un pesado para nadie y menos para todo un
Gómez de la Serna. Pero, de todos modos, a menudo pienso que qué suerte tenemos
en poder disfrutar tanto de un libro. Para dar a entender lo lejos y a la vez
lo cerca que estaba Europa de la gran guerra dice: “No había ni un gesto
guerrero en aquellos hombres que muy pronto iban a ser movilizados”. Claro, ni
un gesto guerrero.
“… Aquí, donde Lope de
Vega dijo del Quijote que no iban a servir sus hojas más que para envolver
géneros ultramarinos o para más bajos menesteres, y Ruiz de Alarcón llamaba a
Quevedo “pata coja” y Quevedo a Alarcón “corcovilla”, y Góngora a Quevedo
“pedante gafo, que, de pasión ciego, la suya reza y calla la divina”, y Quevedo
a Góngora, en numerosos sonetos, cosas tan fuertes como “perros de los ingenios
de Castilla”, “verdugo de vocablos”, “musa momia, famélica figura”, y Góngora
en el claro marginal de un libro de Lope: “Lopillo, eres un idiota, sin arte ni
juicio”, además de otras muchas cosas por el estilo, no es posible congregar
alrededor de la misma mesa a todos los poetas”.
Y sigue:
“Toda la historia
literaria de España está llena de esas desavenencias entre los escritores y
Fígaro, que es nuestro modelo más vivo, estuvo en riña y palamesa con muchos
literatos de su tiempo, sobre todo con Bretón”
“No hay arreglo. El
escritor Castellano necesita de su furia independiente para acertar en su monólogo,
para lograr la palabra justa, para encontrar la inteligencia de sus temas”.
No, se puede estar a las espinacas, la salchicha, o a la labor
del campo, pero, yo al menos, siempre tengo la necesaria ilusión de comenzar
ese nuevo libro que me espera en la estantería de salida. Por cierto, me espera
el tomo de los Diarios de Guerra de Azaña que cacé el otro día casi al vuelo, a
punto de alzármelo un mocetón acaparador en la última feria del libro antiguo. Por
cierto ¡vi otros tomos de estas obras completas de Gómez de la Serna a 15 euros!
¡Y no las compré!
Qué bueno que las
páginas de libros como este se lean tan rápidas como la velocidad del paso de
los días, los meses, los años.
“Me ha sorprendido, como
un anuncio de guerra, la aparición de una plaga de moscas venenosas en
Portugal, en San Vicente de Foz, unas moscas extrañas que causan la muerte a
los que pican sin que valgan los servicios médicos para salvarles”.
“En Moscú, la Embajada
de los Estados Unidos ha sido invadida por las ratas, pues aunque está
establecida en un edificio de nueva construcción, se trasladaron a él desde la
acera de enfrente unos seis mil roedores escapados de un viejo edificio
derruido en estos días. Los gatos que se llevaron para dominar a las ratas
huyeron en vista del poder innumerable de los invasores”.
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