Posiblemente de Javier Reverte sea del que
tenga más libros. Lo habré dicho ya seguramente hablando de los anteriores. Los
cuento y me salen once, que no está mal. Cuando un escritor tiene éxito, y este
hombre lo tiene desde hace muchos años, le deben llegar encargos para
satisfacer a la industria, para satisfacer a editores, a su cuenta corriente.
Deteriorada si atendemos a los problemas que hace poco ha tenido con Hacienda,
y que tendrá todavía. Este libro, delicioso como todos los suyos, se podría
haber encajado en un largo artículo de una revista como Jot Down, poco más o
menos. Pero lo han envuelto en las ya típicas tapas de la editorial B (Papel),
que intenta imitar a las agendas que llevan los reporteros y nos la han colado
por veinte eurazos. Y yo digo: si sirve para lanzar arriba la industria del
libro y de paso ayudar a un escritor que me gusta, bien gastados sean, aunque
haya dado cuenta de él en dos sentadas; literalmente.
La estructura es tan simple como el resto de
sus libros, casi todos los leídos, de viajes. Habla de sus peripecias y lo va
alternando con la descripción del espacio físico, con la historia, con las
anécdotas que sabe contar como pocos.
Aquí nos habla de las vivencias de uno de los
escritores más importantes del siglo XX: Albert Camus. Y echa mano de sus
Carnets y de la novela autobiográfica, El Primer Hombre, aparte de otras obras.
Quien las haya leído como es el caso le sonarán todas las citas. No importa,
siempre es emocionante volver a leer, por ejemplo, la relación de Camus con su
profesor Bernard.
Una cosa que no sabía es que a Camus no se le
quiere mucho en Argel, su tierra de nacimiento. La excusa que ponen es que para
él, dicen ellos, los argelinos eran “los árabes”, y claro, no les gusta. Ahora
parece que se remedia la cosa porque están comenzando diversos actos para
reivindicar su figura.
También se explica las trifulcas famosas de
Camus y Sartre. Ésta por escrito y debido a diferencias en cuanto a valorar el
comunismo: “Camus respondió con una carta dirigida directamente a Sartre, que
la propia revista publicó, en la que insistía en su idea de que, en nombre de
un proyecto de libertad y justicia, no se pueden justificar ni utilizar la
represión y una política de campos de concentración. Y Sartre, ofendido, le
contestó a su vez con otra carta en la que, entre otras cosas, decía: “Usted
condena al proletariado europeo porque no condena a los soviets; y también
condena a los gobiernos de Europa porque admitirán a España en la Unesco. Solo veo
una solución para usted: irse a vivir a las Galápagos””.
Y es que, la finura moral
de Camus se refleja muy bien en esta frase, criticando el terrorismo de las
fuerzas del FLN: “En estos momentos están poniendo bombas en los tranvías de
Argel. Mi madre puede estar en uno de esos tranvías. Si eso es justicia,
prefiero a mi madre”.
Otra joyita de Reverte para el gaznate. Quizá
demasiado diminuta. No importa; seguiré comprando sus libros.
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