No
hace mucho se comentó la publicación de un libro en el que se contaban
anécdotas de un personaje célebre: Borges. Anécdotas de mal gusto, de su
decrepitud y sus miserias. En concreto hablaba de cómo se orinaba encima siendo
ya un anciano. Mal gusto, soez, indiscreto, poco caballero.
Este libro es esencia una sucesión sin
sentido de infinidad de encuentros sexuales. Una enciclopedia bochornosa de
todo lo que a uno se le pueda ocurrir y un poco más. Un catálogo absurdo de
encuentros poco creíbles. Como si hubiera echado a volar la imaginación un loco
deremate.
Scotty Bowers era un joven recién licenciado
después de la Gran Guerra y se colocó en una gasolinera. Años cincuenta. Al
parecer era guapo, simpático y absolutamente desinhibido. El asunto de la
prostitución –porque aunque lo niegue una y otra vez no deja de ser eso-
comenzó cuando un potentado, después de haber llenado el depósito, le pidió que
lo acompañara a su casa y le hiciera una felación, el potentado a él. En este libro se libran
miles de felaciones, hechas por mujeres pero sobre todo por hombres. Al final
montó una especie de club al que todo Hollywood, artistas consagrados pero
también golfos y golfas de toda condición, iban allí a por un desahogo rápido y
barato. Luego, con el pasar de los años se colocó de servidor de copas en las
grandes fiestas y mansiones de artistas consagrados de la industria del cine.
La existencia del libro la supe por Roberto
Herrscher, un profesor de periodismo en Barcelona, argentino, del que leí su libro “Los
Viajes del Penélope”, un libro del que ya hablé por aquí sobre su experiencia
en la Guerra de las Malvinas. Dejé un comentario en su blog y un par de semanas
después me contestó de manera muy amable. Incluso ofrecía un encuentro para
cuando viniera a Madrid: difícil por mi timidez. El caso es que hice caso de su
recomendación y ahora lo he leído. No me ha gustado nada. Hay que tener buen
gusto para escribir y este tipo es un poco cerdo. No es que sea yo un hombre
remilgado, para nada, incluso me encantan las escenas de sexo en la literatura
pero siempre ha de tener un toque de gracia, un poco de arte, si no, se convierte
en material basura. Dice Roberto Herrscher que narra su encuentros “con un
estilo elegante, reflexivo, y una sabia estructura donde el cotilleo se mezcla
con reflexiones sobre lo variado e irreprimible del impulso lúbrico, una mirada
sorprendente a los entretelones de Hollywood y su forma de hacer películas y
crear mitos, y más en lo profundo, una reflexión sobre el extraño peso de la
conducta personal en el imaginario de un país fundado en las ideas de la
libertad y el puritanismo”.
No lo creo.
Debería haberse limitado a describir
sus personajes, sus anécdotas, pero me espanta leer que a fulanito, un gigante
de la escena, le gustaba chupar mingas sucias. La verdad, no hacía falta. Y una
sensación que no me dejó en todo el proceso de su lectura: “este tío es un
fardón; me cuesta mucho creerme todas esas proezas disparatadas”. ¿Había en
Hollywood alguien moderadamente normal que no fuera gay o lesbiana? ¿Alguien
que no estuviera hastiado con la vida?¿Alguien que no se la quisiera chupar?
Objetivo: cuidarse a partir de ahora de
libros como este.
Un buen tipo y un buen periodista, no
obstante, este Roberto. Su respuesta:
“Perdóname por la
tardanza, Hermi! Estaba lejos en las fiestas. Fue una gratísima sorpresa
encontrar tu mensaje. Me alego y me llena de orgullo y emoción que te haya
gustado así mi libro. Yo puedo ayudarte a conseguir los otros libros, a través
de sus mismos autores. Escribime a mi mail: robertoherrscher@gmail.com y
seguimos la conversación. Y puede que nos veamos en Madrid. Te mando un abrazo
fuerte desde Barcelona”.
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