La novela de Juan Tallón, El
váter de Onetti (el váter era un suvenir especial y ¡auténtico! en casa de un
amigo) tiene una trama canija, insignificante, pero qué importa. Me encanta la
forma de escribir de Juan Tallón. Metaliteratura como la que practica
Vila-Matas a quien nombra en multitud de ocasiones. En su traslado a Madrid por
motivos de trabajo (lo ficha un ministerio para escribir los discursos), el
personaje Tallón, que se llama igual, tiene una pareja de vecinos a los que
escucha, a través de las finas paredes, programar un atraco a una sucursal del
BBVA. No importa mucho al lector con tal de definir quiénes son sus vecinos con
los que coincide en las escaleras o en el bar de enfrente. Hay personajes que
pasan por su lado pero importan todavía menos, creo yo. En realidad de lo que
nos quiere hablar Tallón es del proceso de escribir una novela, del proceso de
que alguien crea en ella y de que al final se convierta en un libro físico que
tenga el apoyo necesario para su distribución. Y nos habla de su primera novela
escrita en gallego: Una Pregunta Perfecta: El caso Aira-Bolaño; que es una
novela que existe en realidad. Juego de realidades y ficciones que está tan de
moda.
En la novela se habla mucho, como hemos dicho, de libros, de literatura,
de autores, citas: “Sigo a rajatabla la pauta de Jean Echenoz, que sostiene que
un libro no se escribe para hablar de él, sino para no tener que hablar, sobre
todo para no tener que hablar”.
“En el fondo iba a escribir -aunque no lo supiera- sobre los procesos
creativos: no hay que olvidar que la no-escritura es una parte fundamental de
la escritura. Es sabido que los autores también escriben cuando no escriben. [Aquí
añado “igual que los pintores no dejan nunca de pintar, o al menos no dejan de imaginar
motivos para sus cuadros cuando no pintan] El autor está expuesto a diario a
docenas de influencias, ajenas a la literatura, pero consustanciales al frenesí
de la vida, y que afectan subrepticiamente a su proyecto literario”.
No faltan tampoco las deliciosas
disquisiciones sobre las moscas en literatura, de las que el autor es un
verdadero especialista. Y nombra, como sumo sacerdote en la materia, al gigante
Monterroso.
“Se trataba de una revisión de aquella opinión
más o menos famosa de Chesterton, que advertía que lo malo de dejar de creer en
dios no era que ya no se creyese en nada, sino que se estaba en disposición de
creer en cualquier cosa”. Lo que afirma mi teoría de que el ser humano como masa
pensante está apenas saliendo de la niñez.
Estupendo Tallón.
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