Extracto del correo que le envié al autor a
su blog: “Por lo demás, Sr. Ramón, compré el otro día tu último libro, el de
los Náufragos, y lo acabo de terminar; y me ha gustado bastante. Es cierto que
está un poco desordenado, como si se hubieran caído las fotos de la vieja lata
de tus padres (en los dos sentidos) y las hubieras colocado al tuntún. Pero siempre
he admirado a los escritores que son valientes para desnudarse con buena literatura
y con arte. Yo aconsejo su lectura porque habla de una generación y sus
problemas, que han sido por la edad, ¡¡ay!! Casi los mismos míos, y porque
tiene, como has dicho tú mismo, páginas de buena literatura. Estoy de acuerdo”.
De Ramón Lobo me llamó la atención la forma
cruda, sincera y competente de exponer sus puntos de vista en los grandes conflictos
y desafíos de nuestro tiempo como corresponsal de guerra, como periodista y
escritor, por mucho que un día le dijera Saramago que qué más quisieran ser los
periodistas como los escritores; por eso
me ha gustado sumergirme en su pasado, que es también el nuestro de alguna
manera. Tiene éste dos ramas en su familia absolutamente distintas: una
española y recia, de derechas, de un padre autoritario y franquista, y de la
otra una familia británica, moderna, europea. Este libro es un intento de hacer
las paces con su padre y un intento de tener una visión más amplia de lo que le
ha pasado a este país en las últimas décadas. Y no debe ser fácil, él que fue
redactor del periódico El País durante veinte años y que un Ere se lo llevó
junto con muchos de los grandes.
Muchas de las discusiones que tuvo con su
padre las he tenido yo en mi familia “Queda un franquismo cultural, sociológico
y político que no hemos superado tras cuarenta años de democracia; sigue
incrustado en una sociedad que ahora parece, por fin, dispuesta a mudar de piel”.
“Franco hizo muchas cosas por España”. Hay un cierto rencor a lo que le hizo su
familia y este país con respecto a su educación: “Tuve mala suerte: me eduqué
al sur de la inteligencia”. “Estamos aplastados por el oscurantismo del
Concilio de Trento frente al dios protestante, más pragmático y comercial, y
por la saña de la Inquisición que preñó el franquismo y a la derecha recalcitrante
que aún rechaza condenarlo. No incorporaron las enseñanzas de la Revolución
Francesa”.
Tiene este libro de memorias un apartado muy
interesante sobre la División Azul donde combatió su padre y varios de sus tíos.
Para ello echa mano de conocidos y entendidos del tema como el pintor Dalmau y
Jorge Martínez Reverte sobre el que escribió un libro sobre ellos. Ya lo estoy
buscando aunque no me va a ser fácil hacerme con él. Me gustan esta clase de
libros nodriza que llevan en su interior otros libros.
Tiene igualmente temas de
rabiosa actualidad como se dice, porque
toca temas que están todavía en los periódicos estos días y ello es así porque
el libro aún tiene la tinta fresca. La edición, el objeto llamado libro, está
muy bien, de buen aspecto, tiene la forma de esas agendas de esquinas
redondeadas e imitación a piel, pero en los cuatro o cinco días que me ha
llevado su lectura se ha resquebrajado un poco justo debajo de la tapa. Pero no
importa, es una de las lecturas de este año más importantes y ahí lo dejaré
junto al resto de los que tengo más a mano. Adiós 2015. Otro año y no de los
peores.
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