lunes, 19 de octubre de 2015

EL TIO TUNGSTENO. OLIVER SACKS.




  Aunque nunca hace falta ninguna excusa para leer a Oliver Sacks, la motivación más potente ha sido porque se ha muerto hace poco, 30 de agosto de este año, y porque escribió dos artículos memorables para despedirse antes de hacerlo. También porque supe que había dejado escrita su autobiografía “On The Move”, a punto de salir en versión traducida, y quería leer éste antes, que al fin y al cabo es un libro de memorias sobre su infancia, niñez y juventud.
  Una vez discutí “on line”, a raíz de la publicación de diversos artículos con motivo de su autobiografía (hizo pública su condición de homosexual) que, a mi entender, debió haber tenido una vida un tanto complicada al ser un emigrante (de Inglaterra a EEUU), un homosexual y una persona de origen judío. Alguien me dijo que no, que toda su familia, extensa familia, era de alguna manera científica: médicos, ingenieros, biólogos, químicos… y que de aluna manera su destino estaba determinado. Su tío Dave era químico y de alguna forma este libro está dedicado a él, el Tío Tungsteno. Su padre y su madre eran médicos y desde que Oliver fuera jovencillo le llevaban pequeños animales para que los diseccionara e incluso lo llevaron al hospital para diseccionar con cadáveres.
  El libro es delicioso en tanto que me gustan los libros que cuentan anécdotas de personas interesantes. Quizá no comparta tanto su pasión por la química y algunos párrafos (pocos) se hagan un poco pesados cuando se va por las ramas de la tabla periódica, o por los tubos de ensayo.
  La mayoría son unos párrafos tan sugerentes como éste: “…El tío Dave me contó que el fosgeno, cloruro de carbonilo, el terrible gas venenoso utilizado en la I Guerra Mundial, en lugar de indicar su peligro mediante un olor halógeno, desprendía un engañoso olor a heno recién segado. Ese olor dulce y campestre era lo último que percibían los soldados gaseados con fosgeno justo antes de morir, yéndose de este mundo con la fragancia de los campos de heno de su infancia”.
  “Llegué a odiar el sionismo, el proselitismo y el politiqueo de todo tipo, que consideraba ruidoso, entrometido  e intimidador.  Prefería el discurso sereno, la racionalidad, de la ciencia”.
  Sacks, habla también de sus lecturas, de un cuento que le entusiasmaba de H.G. Wells. El escenario es un mundo en una época futura. 800.000 años d.c. Está claro que el planeta llegará a esa era. No sabemos si las criaturas del mundo tendrán forma de ameba o de gusano. Pero en el caso de que lleguemos sin destruirnos las bibliotecas tendrán un aspecto diferente. Los libros serán visuales, interactuarán con el lector: música, paisaje, cuadros, rostros, olores, cuerpos, sensaciones, se sucederán mientras leemos. Madre del amor hermoso la de cosas que nos vamos a perder.
  “Me han contado que cuando tenía cinco años y me preguntaban qué era lo que más me gustaba del mundo, respondía: El salmón ahumado y Bach”. Cómo no lo voy a querer.

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