viernes, 9 de octubre de 2015

JULIO CESAR, LA GUERRA DE LAS GALIAS.



 

 Recorriendo por enésima vez la sección de historia de la Casa del Libro, vi una apetitosa edición del año 2010 (de la prestigiosa editorial Gredos) de La Guerra de las Galias, de Julio César. Ya la había visto antes pero lo que suele pasar es que se queda dentro el deseo y cuando te pilla débil… pues caes. Eso es lo que me ha pasado también, sin caer todavía, con la historia de Cuba del gran Huhg Thomas. Imagino que el autor seguirá con sumo interés las últimas novedades en la isla. Pero a lo que voy que me despisto.
  El libro del político y escritor romano fue escrito en el siglo I antes de Cristo pero parece que ha sido escrito en la última edición de cualquiera de las mejores revistas de reportajes históricos de la actualidad. Incluso con el mismo sensacionalismo contenido de los grandes autores. El libro relata las siete campañas que el autor lideró por las tierras que hoy en día componen los países de Francia, Bélgica, Holanda y parte de Alemania, y un poco de Inglaterra. Leyendo algunos de los relatos de batallas no he podido evitar recordar la primera y grandiosa escena de Gladiator. Cuenta que muchas veces los soldados estaban aterrados por la perspectiva de enfrentarse con rudos, agresivos y gigantes  luchadores de Bretaña. Pero debió ser un gran general y tener un potente ejército porque siempre consiguió la victoria. Siete capítulos para siete años de campañas.
  El libro es el informe de un general que ama la escritura. Y se nota. Quizá se exceda en el auto elogio y el de sus lugartenientes pero, ¿acaso no se ha hecho eso mismo a lo largo de la lista de vencedores de guerras?
  Se suceden descripciones sobre el carácter y las costumbres de los enemigos. Sobre las creencias de sus enemigos. Es curiosa la cercanía que existía entre los druidas y los jueces. Tanta que casi se mezclaba. “Los druidas atienden al culto divino, ofician en los sacrificios públicos y privados, interpretan los misterios de la religión: a ellos acude gran número de adolescentes para instruirse, y les tienen mucho respeto. Pues ellos sentencian casi todas las controversias públicas y privadas y, si se comete algún delito, si ocurre alguna muerte, si hay algún pleito sobre herencias o linderos, ellos son los que deciden y determinan los premios y los castigos”.
  Eso es conocer al enemigo tanto como a los propios soldados. Si vas a matar a tu semejante al menos saber de qué va. Aquí, en nuestras guerras civiles nos hemos matado entre hermanos y pensábamos que tenían rabo y cuernos. Y así no se puede ganar guerra que se precie. Y menos convencer.

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