Jesús Pardo. Autorretrato sin Retoques.
Este libro lo compré
en la playa de Suances. Anagrama por cinco euros en buen estado. Ahora se está
muriendo una generación en la que muchos han amasado grandes bibliotecas. Las
familias no tienen espacio y las venden a precio de saldo; al peso
prácticamente. Y, como pasa con el petróleo, con el exceso de cantidad, baja el
precio, pero nunca el valor para nosotros. La nuestra, nuestra generación, será
la última a la que le pase eso. La gente joven no tiene una gran cantidad de
libros. Y cada vez va a menos. Están divertidas las memorias; algunas veces uno
se sonroja un poco al leer determinadas cosas. Dicen que para escribir memorias
hay que ser sincero y valiente. Éste hombre se tiró de puenting sin goma. Pero
tiene anécdotas divertidas que no había escuchado.
Por ejemplo hace un
retrato descarnado de Camilo José Cela y se hace eco de un chiste aparecido en
la época en La Codorniz: Camelo J. Zola.
O también cuando
llegó a Londres C.J.C. y se encontró allí con el autor. Lo primero que le dijo
fue:
-Jesusín, estoy cachondo.
-¿Y qué quieres que le haga yo?
-Quiero joder.
Jesús le organizó un
guateque con varias chicas “ligeras” y otros muchachos. Nada más empezar la
fiesta C.J.C. entró con una en un cuarto de baño pero salió ésta al cabo de dos
minutos. La chica le dijo a Jesús que era una mala bestia. “¿Creerás que lo
primero que hizo fue ponerme la polla en la mano?”
A la mañana
siguiente C.J.C lo llamó por teléfono: “tu amiga me ha decepcionado”. Y cuando
le recriminó Jesús Pardo lo de que se la sacara al instante, espetó. “Pues,
justo, a una señora le pones la polla en la mano y cuando menos te la choca”.
Habla mucho del Café
Gijón, del Madrid de los cincuenta y sesenta, de la precariedad y grisura de
entonces, de la censura. Muy interesantes.
Hay cosas, como he
dicho antes, que me chirrían bastante. Algunas veces emplea un lenguaje soez y
machista para referirse a las mujeres. Pasarla por las armas es para él
acostarse con ellas. Es verdad que todo está narrado a través de los años
cincuenta y sesenta. Pero podría haber cuidado un poco más las formas.
Por ejemplo, en el capítulo 36 tiene la desfachatez de contar que una
noche llegó a casa de su madre borracho y que al ser verano se encontró las
sábanas muy calientes. Echó la culpa a su madre. Fue a su cuarto, la insultó y
la abofeteó. Hay algo que pegar a un padre y ese algo es pegar a una madre.
¿Este tío era bobo? Luego explica cómo son capaces de producirse las tragedias
y los ingredientes necesarios: calor, alcohol y cabeza mala.
Uno se entera de cosas que pasaron hace mucho en el mundo del periodismo
y de la literatura. De las dificultades y errores que cometemos casi todos
cuando somos jóvenes; de una España que por suerte quedó atrás y de un hombre
que al menos leyó casi todos los libros, o al menos eso dice él.
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