viernes, 4 de septiembre de 2015

Jesús Pardo. Autorretrato sin Retoques.





Jesús Pardo. Autorretrato sin Retoques.

  Este libro lo compré en la playa de Suances. Anagrama por cinco euros en buen estado. Ahora se está muriendo una generación en la que muchos han amasado grandes bibliotecas. Las familias no tienen espacio y las venden a precio de saldo; al peso prácticamente. Y, como pasa con el petróleo, con el exceso de cantidad, baja el precio, pero nunca el valor para nosotros. La nuestra, nuestra generación, será la última a la que le pase eso. La gente joven no tiene una gran cantidad de libros. Y cada vez va a menos. Están divertidas las memorias; algunas veces uno se sonroja un poco al leer determinadas cosas. Dicen que para escribir memorias hay que ser sincero y valiente. Éste hombre se tiró de puenting sin goma. Pero tiene anécdotas divertidas que no había escuchado.

  Por ejemplo hace un retrato descarnado de Camilo José Cela y se hace eco de un chiste aparecido en la época en La Codorniz: Camelo J. Zola.
  O también cuando llegó a Londres C.J.C. y se encontró allí con el autor. Lo primero que le dijo fue:
-Jesusín, estoy cachondo.
-¿Y qué quieres que le haga yo?
-Quiero joder.
  Jesús le organizó un guateque con varias chicas “ligeras” y otros muchachos. Nada más empezar la fiesta C.J.C. entró con una en un cuarto de baño pero salió ésta al cabo de dos minutos. La chica le dijo a Jesús que era una mala bestia. “¿Creerás que lo primero que hizo fue ponerme la polla en la mano?”
  A la mañana siguiente C.J.C lo llamó por teléfono: “tu amiga me ha decepcionado”. Y cuando le recriminó Jesús Pardo lo de que se la sacara al instante, espetó. “Pues, justo, a una señora le pones la polla en la mano y cuando menos te la choca”.
  Habla mucho del Café Gijón, del Madrid de los cincuenta y sesenta, de la precariedad y grisura de entonces, de la censura. Muy interesantes.

  Hay cosas, como he dicho antes, que me chirrían bastante. Algunas veces emplea un lenguaje soez y machista para referirse a las mujeres. Pasarla por las armas es para él acostarse con ellas. Es verdad que todo está narrado a través de los años cincuenta y sesenta. Pero podría haber cuidado un poco más las formas.
  Por ejemplo, en el capítulo 36 tiene la desfachatez de contar que una noche llegó a casa de su madre borracho y que al ser verano se encontró las sábanas muy calientes. Echó la culpa a su madre. Fue a su cuarto, la insultó y la abofeteó. Hay algo que pegar a un padre y ese algo es pegar a una madre. ¿Este tío era bobo? Luego explica cómo son capaces de producirse las tragedias y los ingredientes necesarios: calor, alcohol y cabeza mala.
  Uno se entera de cosas que pasaron hace mucho en el mundo del periodismo y de la literatura. De las dificultades y errores que cometemos casi todos cuando somos jóvenes; de una España que por suerte quedó atrás y de un hombre que al menos leyó casi todos los libros, o al menos eso dice él.

No hay comentarios: