Enésima novela de Antonio Muñoz Molina que
leo. Deben quedar muy pocas. Siempre he dicho que el estudioso del futuro que
quiera hacer una biografía de él lo tendrá muy fácil porque en cada libro hay
una zona vital, un claro rastro biográfico de su autor. En esta ocasión el
narrador está camuflado en un gris funcionario que puede ser la de su propia trayectoria
laboral. Conoce una mujer desordenada, inestable, que él no cree merecer. Y
piensa que su mujer con el tiempo ha cambiado tanto que ya no es su mujer.
Vuelve el autor a describir salidas a base
copas, música y cigarrillos; más bien hartura de todo eso. Y en esas conoce a
Blanca, con la que apenas puede comunicarse por el follón. Ella se pasa de
copas, sale y él la socorre. A partir de ahí se establece una relación no
exenta de tensiones. A mí, en contra de algunas críticas tipo “es de las más
flojas, novela de transición, etc”, me ha gustado. Es Muñoz Molina en estado puro.
Introspección. Crítica a las vanguardias del arte en el que se han colado
tantos impostores. (Ella ha tenido un amante que se ha hecho rico vendiendo
cuadros “modernos”), descripción de ambientes, hondura psicológica de los protagonistas…
Lectura de dos tardes calurosas de verano; entretenida: qué más se puede pedir.
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