jueves, 2 de julio de 2015

Una mañana en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. 02/07/2015




  Después de varios intentos de ver esta magnífica colección, por fin he podido darme un atracón de varias horas, zambullido en verdaderas maravillas. Algunas veces por ser lunes y otras por estar en obras de remodelación, nunca había podido entrar.
  En el edificio hay obras inmortales de los más grandes, claro, Goya entre ellos, pero lo que más me gusta es descubrir a nuevos talentos por mí desconocidos, y como tampoco soy un experto, pues eso me sucede a menudo. Hoy han sido dos los que me han llamado poderosamente la atención: Eduardo Chicharro, cuyas “Tentaciones de Buda” deja a uno con la mandíbula desencajada. Es un cuadro enorme en el que se ve a un jovencito Buda en postura reconcentrada y rodeado de un montón de mujeres desnudas con unos cuerpos y estilos que bien podrían haber salido de una fiebre del sábado noche de Nueva York o de Marrakech de este último fin de semana, y que fue terminado en 1921 después de cinco años de arduo trabajo. Y el otro es Fernando Labrada. 



  Un pintor malagueño que tuvo como maestro a Degrain y que debido a su talento fue becado a Italia. Allí se enamoró de los renacentistas y, si no los superó en la técnica, desde luego se acercó mucho. Hay un retrato de la que hacía a menudo de modelo tan bueno, que un matrimonio mayor y yo –apenas había público- nos hemos quedado embobados un buen rato apreciando la transparencia del pendiente, la definición perfecta de los ojos, el semblante clásico de la pose… era ¡tan real! que incluso les he comentado que es más definitivo y pulcro que una fotografía de gran calidad.  
  Uno sale un poco mareado por ese mal descrito por el escritor francés ante tanta belleza, pero a la vez sale feliz; seguramente mejorado.  

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