El único libro que había leído de Sánchez
Ferlosio era El Jarama. Y lo que más me gustó, igual que a la crítica, fueron
las descripciones que hace de la naturaleza cercana a la capital. Él confesó en
alguna entrevista que casi las copió de algún tratado de geografía de algún
instituto cartográfico o algo así, no recuerdo. El resto eran diálogos más o
menos aburridos de un grupo de jóvenes de excursión en un caluroso día de
verano. Sin embargo, dada mi afición a los escritos breves, a los aforismos, a
las entradas de diarios, a las reflexiones certeras, me decidí a comprar este
libro. También a la recomendación de Savater, aunque entienda que también
pueden ser favores que se hacen los amigos y colegas de vez en cuando.
“Pecio” pueden ser los restos de una
embarcación a más o menos profundidad. Para entender algunos de éstos hay que
bajar bien al fondo y sin oxígeno; y muchas veces uno ha de subir a la
superficie a respirar sin haber encontrado nada de valor que echarse a la
agenda, pero otras veces, con gran alegría y asombro, uno encuentra verdaderos
tesoros.
“Lo malo de los viejos es que no cambiamos de
opinión. Por eso hay que prestar mucha atención a con qué pensamientos se
jubila uno a los setenta y cinco años, porque ésa va a ser su renta hasta el
final de sus días”.
A la manera de Von Clausewitz “La diversión
es la continuación del aburrimiento pero con otros medios”.
Leído por él en una
peluquería: “El dinero no da la felicidad pero aplaca los nervios”. A la que
enfrenta a una doble inversión lógica: “El dinero da la felicidad, pero
destroza los nervios”.
Y éste para terminar.
Cuántas veces lo habré pensado, señor: “Al Creador: Señor, ¡tan uniforme, tan
impasible, tan lisa, tan blanca, tan vacía, tan silenciosa, como era la nada, y
tuvo que ocurrírsete organizar este tinglado horrendo, estrepitoso,
incomprensible y lleno de dolor”.
Bueno, otro más, que es que no tiene desperdicio: “La
existencia de Dios es como la calidad de aquella pasta de dientes norteamericana
cuyo eslogan publicitario era: ¡Tres millones de americanos no pueden estar
equivocados!, en efecto, un dios con tres millones de creyentes no tiene más
remedio que existir; y si son muy fanáticos, con menos”.
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