sábado, 31 de enero de 2015

JEAN ECHENOZ. CORRER.




  Un libro básico sobre Emil Zátopek,  la leyenda del atletismo de fondo; la locomotora humana. Empezó de muy joven en una fábrica de zapatillas y al probárselas se dio cuenta que se le daba bien correr. Pero tenía una cualidad más valiosa: le gustaba sentir el dolor del desfallecimiento. Cuando sentía su cuerpo dolorido por el esfuerzo, apretaba más, siendo esa técnica la única necesaria; sin entrenador. Sólo correr más tiempo y más rápido. En el año cuarenta y cinco ingresó en el ejército y fue ganando carreras hasta el año cuarenta y ocho en que ganó la medalla de oro de los diez mil y la de plata en los cinco mil. Pero eso era solo el principio. En los siguientes juegos ganó esas pruebas además de la maratón. Una proeza que no ha vuelto a repetirse. Todo eran reconocimientos y ascensos dentro del partido y de su rango en el ejército. Pero llegó la política. Su país, Checoslovaquia, estaba bajo la onda soviética y unas declaraciones suyas hicieron que le retiraran todo tipo de apoyo. Pero Zátopek era una persona que sonreía y que preferiría no hacer algunas cosas, pero las hacía. Lo degradaron y quisieron humillarlo hasta incluso obligarlo a hacer de barrendero. Lo hizo y a los que les castigaron les salió el tiro por la culata porque todo el vecindario lo vitoreaba y además no le dejaban barrer ni tirar las bolsas de la basura. Se limitaba a ir detrás del camión y saludar como si fuera un desfile olímpico. Se adaptó. Todo antes que irse al exilio. Luego le hicieron firmar un manifiesto vergonzoso, de aceptación de culpa y responsabilidad. No quería hacerlo pero lo hizo y le devolvieron sus modestos privilegios. Una historia fascinante. Un libro ameno y didáctico, otra vez, sobre los males del comunismo mal aplicado y entendido.

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