Un libro básico sobre Emil Zátopek, la leyenda del atletismo de fondo; la
locomotora humana. Empezó de muy joven en una fábrica de zapatillas y al probárselas
se dio cuenta que se le daba bien correr. Pero tenía una cualidad más valiosa:
le gustaba sentir el dolor del desfallecimiento. Cuando sentía su cuerpo
dolorido por el esfuerzo, apretaba más, siendo esa técnica la única necesaria;
sin entrenador. Sólo correr más tiempo y más rápido. En el año cuarenta y cinco
ingresó en el ejército y fue ganando carreras hasta el año cuarenta y ocho en
que ganó la medalla de oro de los diez mil y la de plata en los cinco mil. Pero
eso era solo el principio. En los siguientes juegos ganó esas pruebas además de
la maratón. Una proeza que no ha vuelto a repetirse. Todo eran reconocimientos
y ascensos dentro del partido y de su rango en el ejército. Pero llegó la
política. Su país, Checoslovaquia, estaba bajo la onda soviética y unas
declaraciones suyas hicieron que le retiraran todo tipo de apoyo. Pero Zátopek
era una persona que sonreía y que preferiría no hacer algunas cosas, pero las
hacía. Lo degradaron y quisieron humillarlo hasta incluso obligarlo a hacer de
barrendero. Lo hizo y a los que les castigaron les salió el tiro por la culata
porque todo el vecindario lo vitoreaba y además no le dejaban barrer ni tirar
las bolsas de la basura. Se limitaba a ir detrás del camión y saludar como si
fuera un desfile olímpico. Se adaptó. Todo antes que irse al exilio. Luego le
hicieron firmar un manifiesto vergonzoso, de aceptación de culpa y
responsabilidad. No quería hacerlo pero lo hizo y le devolvieron sus modestos
privilegios. Una historia fascinante. Un libro ameno y didáctico, otra vez,
sobre los males del comunismo mal aplicado y entendido.
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