martes, 16 de septiembre de 2014

LA CANCION DE DOROTEA. ROSA REGÁS.




  Otro premio Planeta. En esta ocasión del año 2001. Me prometí no volver a leer un premio Planeta desde que se lo otorgaran  a Camilo José Cela (1994), y no porque fuera Cela sino porque era, es, una novela infumable.  Pero los bajos precios de las novelas de quiosco en las librerías de ocasión, y el hecho de desconocer a su compra esto del premio hizo que me hiciera con ella. Craso error. Esta novela daría como mucho para un cuento publicado en un periódico en el mes de agosto, de esos que apenas nadie lee. De hecho apenas veo periódicos que publiquen nada en agosto.
   El estilo es ramplón y la trama aburrida. Me ha pasado leyéndola lo que pasa  frecuentemente con novelas de este estilo: no hago más que preguntarme “¿y a mí qué?”.  Si acaso salvaría la descripción que hace de la guardesa en la primera página. De ahí para adelante todo va en picado. El resumen de la novela es que mientras que la prota está fuera, en Madrid donde vive y trabaja, la guardesa debe mantener la casa donde está su padre enfermo, en Gerona. Y pasan cosas, al principio buenas y luego cada vez más raras. Pero como dije antes, cosas sin importancia.
  Novela prescindible en la que, ahora sí, me servirá para no leer nunca más otro premio Planeta. Aunque tengo que reconocer que en otras épocas los ha habido y muy buenos. 

  Apéndice: 

Hoy ha sido una tarde algo agridulce. He tenido que ir al centro. He aparcado el coche en zona verde. He metido monedas por valor de 1.70 euros. Para hacer tiempo (era un asunto de acompañar al dentista) he ido a una tienda de esas en las que se venden artículos de segunda mano. He ido a echar un vistazo a los libros. Había entre otros una colección de quiosco de literatura de viajes. He elegido cuatro y un libro que no tenía de Umbral: El Giocondo. Los restantes son: Kowloon Tong de Paul Terroux, Seis meses en Nueva Zelanda de Durrel, Mi Peregrinación a la Meca de Richard F. Burton y uno que tenía ganas de tener porque es de los pocos que no tengo de él: Corazón de Ulises de Javier Reverte. Y he sentido tristeza cuando he abonado el precio. Porque solo hay una cosa peor que el precio de los libros desorbitados; es que el precio de los libros carezca ya de valor alguno. El dependiente los ha contado: 5, y los ha multiplicado por 0.30. “Son 1.50 euros”. Más barato que media hora de parquin en la calle. Una tarde agridulce.

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