Por la mañana
quedamos todo el grupo, que lo componen adultos y niños de todas las capas de
edad, en la playa. Por el móvil vamos concretando el sitio: cerca de un
vehículo de protección civil. Hacia allí vamos. Cuando llego veo a un fotógrafo
que levanta una toalla para hacer una foto a una anciana que se ha ahogado esa
misma mañana. Tiene la piel de la cara muy blanca y pegada a los huesos. Es muy
menuda. Cuando cubren otra vez el cuerpo solo pueden verse las aletas; apenas
tiene volumen. Las personas, cerca, siguen con sus baños y sus charlas. Solo
algunos muestran su congoja por las posturas de sus cuerpos. Se va el grupo a
otro sitio. Yo me quedo no sé con qué excusa y espero que venga el forense.
Cuando llega procede con determinación: le quita unos guantes, las aletas, el reloj
y ordena que la introduzcan en la bolsa para que se la lleven. No hay nadie
cerca que llore. Todo se hace deprisa y de manera profesional. Por otro lado
pienso que la pobre señora se ha muerto a edad avanzada y haciendo seguramente
lo que más le gustaba. A la mañana siguiente no puedo evitar la curiosidad y
leo en internet que tiene noventa años que viene a estas playas
desde hace más de cincuenta. Que es madre de un famoso médico naturista y
que es inglesa.
Pienso que firmaría
para mí esa clase de muerte si bien preferiría que nunca encontraran mi cuerpo.
4 comentarios:
Me ha dejado impresionado tu entrada. Pensé en principio que fuera imaginación. Pero he consultado la prensa. Es tremendo ver ese cuerpo tapado con un improvisado sudario naranja, mientras a su alrededor pulula la gente disfrutando de su día de playa. Dos horas nada menos tardaron en levantar el cadaver. Sí que has empezado bien las vacaciones...después del cuentarrón del pescado. Espero que la cosa vaya mejorando. Bien visto, es inevitable que mejore. Un saludo.
Hola Francisco. Gracias por visitar el blog. Sí, por suerte la cosa mejora, pero como verás si lo sigues leyendo, no del todo. El redactor del periódico donde leí al día siguiente la noticia se entristecía porque la gente seguía a lo suyo. Pero es lo que hay, así es el ser humano. Mi gente se marchó a otro sitio. Yo me fui lejos, al paseo marítimo, pero podía ver todo y no perder detalle.
Me he dado un garbeo por tus blogs y me han gustado mucho. En especial esa entrada tan desesperanzada en cuanto a la página en blanco y no querer ya leer ni ver nada. Ayer me fui a pasear por Madrid y, cómo no, acabé en una librería. He comprado un libro del que Jacinto Antón dice que es de los mejores libros de viajes que han existido: El tiempo de los regalos de Patrick Leigh Fermor. Tiene pinta de ser algo optimista y divertido.
Siempre he tendido a tener un temperamento de introspección y melancolía pero por suerte uno va encontrando herramientas valiosas para intentar disfrutar de la vida.
Un abrazo y…, nos seguimos.
Y una curiosidad: ¿Cómo llegaste a mi blog?
Por Primcesa de Hojalata que te tiene enlazado. Sigo visitando su blog aunque ella dejo de escribir hace tiempo y leyendo lo que ella lee tengo la ilusión de recuperarla un poco.
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