jueves, 29 de agosto de 2013

DIARIO DE MOJACAR 3


 05 de agosto.  Doce de la mañana.
 Desisto de permanecer en la playa un minuto más. Huyo del sol abrasador que convierte las piedrecillas en metal fundido. Me voy a buscar un sitio fresco donde poder leer en paz. Encuentro un hotel coqueto donde hay una terraza elevada de madera y corre una agradable brisa. Saco mi cuadernito de tapas rojas y el libro de Mary Kingsley sobre sus viajes a África. Tendría que haber tomado notas a diario como he hecho en otros viajes. En el recuerdo, los acontecimientos, más bien escasos, se amontonan. Veo caminar hacia la playa a jóvenes que acaban de levantarse.  Pasa un coche en el que un tipo rapado saca medio cuerpo por una ventanilla superior. Levanta el puño amenazando a los transeúntes, a una pareja que pasea les hace la peineta y les grita “¡¡¡que os jodan!!!; ignoro el motivo; estoy tan lejos de todo eso…
  Tengo también el encargo de mi hija S. de comprarle el segundo tomo de Los Juegos del Hambre. Se ha quedado sin lectura y se aburre un poco. A pesar de que en casa hay cientos de libros y de que algunos se los he recomendado porque intuyo que le gustarían, jamás ha leído nada sugerido por mí. Siempre contesta: “no son temas que puedan interesarme”.
 Después de pagar el agua con gas recorro los sitios donde puede que tengan libros: estancos, tienda de suvenires, quioscos, supermercados…, nada. Es imposible comprar la segunda parte de una novela de éxito juvenil en un buen trozo de costa española. Le digo a mi hija: “no lo he encontrado, para los comerciantes debe ser tan difícil vender aquí libros como en el Ártico helados”.

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