Hace muchos años que me digo: el año que viene sin falta me
voy a Cuba de vacaciones. Y por unas cosas o por otras siempre se viene abajo
el plan. Tanto me gusta todo lo cubano que algunos me advierten: lo tienes muy
idealizado. Te llevarás un desengaño muy grande. Pero yo creo que no. He leído muchos
libros de allá. He escuchado su música, he bailado sus ritmos y he visto muchas
horas de películas y documentales. Sé a lo que me enfrento. Cuando en la última
feria del libro vi este título quise tenerlo.
Este libro de
Estévez, escritor cubano afincado en Barcelona, es un itinerario físico y
sentimental por la Habana de su infancia y juventud. Abilio nos lleva de paseo
desde su mirada de hombre cubano y homosexual. Nos habla de escritores que
fueron inspirados por el mundo habanero como Graham Green, Hemingway, Cernuda,
Cabrera Infante, Anaïs Nin, etc.
Pero a pesar de todo no es nada
condescendiente con el juicio que nos desvela. Lo que para muchos, los turistas
por ejemplo, es una bendición, para ellos es un suplicio: la luz y el calor de
la habana. Las colas, la falta de cualquier producto. Pero también cosas buenas como los cuerpos
divinos, la mirada a los ojos (para mí uno de los mejores capítulos). En la
Habana, -me lo imaginaba-, la gente se mira a los ojos por la calle. A ellos,
cuando viajan a Europa les extraña que la gente vaya por la calle mirando al
suelo sin reparar en el otro.
En fin, me ha gustado
sin exceso. He preferido leer las andanzas de Pedro Juan Gutiérrez y su mundo
desaforado en su fabulosa novel Trilogía sucia de la Habana, del que por
cierto, no nombra ni una sola vez.
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