martes, 31 de octubre de 2023

DIARIOS 1961-2001. IGNACIO CARRIÓN.


 


Ignacio Carrión, ya para mí como otro amigo difunto, me ha acompañado durante doce días. Cada vez más allá que aquí porque todos se van muriendo. Precisamente acabo de empezar Al morir Don Quijote, de Trapiello y me doy cuenta que ya no me vale eso de que en la escuela poco puede interesar las tribulaciones de un señor de cincuenta años a un chico de diez o doce. Ahora para mí Don Quijote es un muchacho en la flor de la vida. Pero lo primero a destacar de este libro es el precio: ¡¡un euro!! ¡¡¡Un euro!!!! Es de formato grande, tapa dura, mil páginas, excelente calidad de papel. Del 61 al 2001. Cuarenta años de su vida pero también de la historia de España.

  En alguna parte se cuenta la fe que la editora Carmen Balcells le tenía a estos diarios. Ahora pasado el tiempo se ve que no, que ha terminado, después de mil aventuras editoriales, supongo, en la más “tirada” mesa de saldo. ¡1 euro!

   Él fue un gran periodista y entrevistador, observador de la historia crucial del final del franquismo y de la Transición y…consolidación, con pinzas. Aunque al morir, en el 2016, se ahorró algunos sonrojos posteriores. Cuántas veces tuve este volumen en las manos. Lo vi en la librería que frecuento muchas veces. No me terminaba de convencer. El precio me mosqueaba. ¿Tendría muchas erratas? ¿Estará a falta de interés o con grandes mentiras? Luego dejé de verlo hasta que lo vi en una librería del ramo, en Valencia. Pero era demasiado pesado y voluminoso como para traerlo en el tren de vuelta. Me ha gustado mucho. Más que los dos volúmenes de Jiménez Lozano por los que pagué casi cincuenta euros. Gran escritor pero demasiado pendiente de las cosas morales y religiosas, en algunos determinados puntos, en absoluto desacuerdo con él. Estas de Carrión son más comprometidas, más crudas, más tremendas, más interesantes por los protagonistas que trató. La relación con su madre, las escenas de locura que cuenta, pone los pelos de punta. En una de las borracheras de su madre, mientras ella está desnuda en la cama entre sábanas revueltas, con peste a alcohol y a vómitos, invita a su hijo a acostarse con ella, porque así sabría lo asqueroso e infinitesimal que es el sexo entre un hombre y una mujer. Escenas de esta guisa. También a veces se encerraba en el baño y tiraba joyas o dinero por la taza del wáter. Era ella de una familia adinerada. Otras veces gritaba enloquecida a su marido que disfrutara como un animal dándole por detrás, ¡¡como un cerdo!! “¡Ahí donde lo ves, tan modosito, el anormal es él, venía a mi cama, me daba por detrás y luego comulgaba en la parroquia!”

¿Cómo puede crecer un niño en una casa así? Pues mal, con problemas neuróticos y de inseguridad. De jovencito le enviaron al extranjero, a Viena, a que lo tratara un siquiatra. El mismísimo Dr. Viktor Frankl. A quien por cierto dice deber la escritura de estos diarios: “¡escriba, tiemble!”.

  “En lugar de suicidarme empecé a escribir mi Diario”. “Finalicé el estudio de Landsberg sobre el suicidio basado en un principio ético. Sin embargo, Landsberg no recurrió a él cuando lo apresaron los nazis”.

  También por aquí y por allá aparecen referencias a obras literarias, a escritores, conversaciones con poetas u otros periodistas, etc. Y luego, de lo más interesante, las notas pegadas a la actualidad: el régimen de Franco, la censura, la agonía, el terrorismo de ETA, los juicios sumarísimos, las ejecuciones, la Marcha Verde, la muerte de Franco, las dificultades a las que se enfrentaba un país atemorizado sin saber muy bien qué caminos tomar. Una muestra sacada de una entrevista: José Solís, importante político del régimen: "…yo, que soy franquista hasta la médula, me he convencido de que los españoles no tenemos remedio: ¡qué paciencia ha tenido el Generalísimo aguantándonos cuarenta años! ¡Cada día admiro más a Franco!”. Me he pegado una buena carcajada. Cuenta cantidad de anécdotas jugosonas. En una visita le recomiendan a Franco, humildisisímamente, que se preocupe algo más de las cuestiones sociales. Y dice que trabajará para que cada trabajador tenga una bicicleta. No dijo nada cuando le recordaron que España es un país de cuestas. Nadie volvió a sugerirle nada parecido. Franco tenía una peculiar forma de resolver asuntos delicados. En una huelga de metro hizo una cosa magistral (meter ironía): a los trabajadores los nombró soldados y avisó de que les aplicaría la legislación militar. Automáticamente la huelga se solucionó. Aquí pasó algo parecido cuando la huelga de controladores aéreos. Mandaba el PSOE.

  “Aborrezco y temo la idea del suicidio. Sin embargo, deseo envejecer muy deprisa, recorrer este largo camino en una sola noche”.

  “Amo los libros de un modo quizá excesivo. Es como hay que amar. Si muero de viejo, con la mente clara, no llegaré al fin desesperado. Porque la desesperación nace del vacío, del miedo no solo al vacío total que es la muerte, sino al tremendo, insufrible vacío que puede precederla. No temo ese vacío, siempre existirá este alimento, leer y reflexionar”.

  Seferis: “Los recuerdos han devorado mi memoria”.

  Y llega el momento fatídico. Confiesa cumplir 61 años, mi edad, y reflexiona cuánto puede quedarle de vida: 16 años, veo porque lo escribió en el 2000 y murió en el 2016. “Pienso en lo perdido. En miedad, 61 años. En lo que me queda por vivir. Una vida decente no sobrepasará quince años. Luego, en el mejor de los casos, débil. Con problemas. Con más miedo al fin”.

  Siempre he pensado que los mejores Diarios que he leído son los de Andrés Trapiello y siempre lo pensaré pero como ya los he leído todos, y debo esperar paciente la publicación cada año del siguiente, he acudido a quien pensé que sería un sucedáneo descafeinado. Pero me equivoqué. Unos diarios, repito, crudos, duros, rasposos, valientes, ofensivos sin equis o iniciales. Reparte a cascoporrillo. Tanto que hasta su familia se puso en contra. Pero para sus lectores del futuro es una gozada. Y pienso que, visto lo visto, tenía mucha razón en muchas cosas. Ni que decir tiene que ya he encargado los dos siguientes tomos.

 “¿Qué voy a hacer con tan poco tiempo para leer lo que me interesa? Esto no puede ser. Hambre insaciable insatisfecha. No obstante no puedo quejarme. La vida es interesante, aunque no tanto como la literatura”.

 

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