lunes, 13 de noviembre de 2023

AL MORIR DON QUIJOTE. ANDRÉS TRAPIELLO.

 


  Para mí wallapop es ya la mayor surtidora de libros para mis baldas. La gente no quiere libros en su casa y a la que se muere el abuelo inundan las páginas de libros interesantes. Siempre les pregunto a los que me lo venden si lo han leído. Y siempre, o con pocas excepciones, me dicen que no, que era del padre que se murió o del abuelo. Esta es una preciosa edición de las que ya no se ven, tapa dura, gran formato, bien cosido, buen papel. Cuatro euros. La gente ya no quiere tener libros en casa. Es una tristeza pero para mí es una fuente de satisfacción enorme. Me da la impresión de estar haciendo una transacción ilegal.

  La novela es una digresión sobre qué pasó en ese mundo inventado y tan real una vez Alonso Quijano ha expirado. Con esa excusa monta una estructura literaria y de paso nos habla de la obra. Cosa que siempre se agradece. Teoriza muy bien.

  En la parte del libro en el que el bachiller Sansón Carrasco le enseña a leer a Sancho Panza se hacen unas observaciones sobre los libros que ya se las he escuchado en algunas conferencias.

  “Has entrado en esta cofradía de los que leen libros, Sancho, y no olvides esto: nunca los prestes, porque no te lo devolverán, ni devolverás los que te presten, porque se parecen los libros a los perros de los gitanos: se están muy a gusto con el primero que no les echa de su lado, y si se les deja, se van también con el primero que pasa y les dice tus tus. Así que si algún día quieres honrarte de tu biblioteca, ni prestes libros ni devuelvas los que te presten”.

  A mí cuando me piden prestado no digo que no, pero se me pone una cara tan agria que desisten enseguida.

  Y aquí sí que me he visto reflejado: “ya que vas a ingresar en la cofradía de los bibliómanos, tienes que saber que muchas veces los libros no aparecen, estando delante de los ojos, como si estuvieran encantados. Y aunque si fuesen un perro te morderían, de tan cerca que los tienes, no los ves, y por eso hay que buscar una y mil veces en el mismo sitio”. A mí se me fue una vez La coronación del Everest y todavía no ha aparecido,  a pesar a que de vez en cuando repaso los estantes con ahínco.

  No estoy de acuerdo en absoluto con un pseudo refrán: “Libro que no has de leer, déjalo correr”. A veces he poseído un libro durante dos décadas, digamos, y un día me acuerdo tenerlo porque la he leído algo en algún sitio y lo recupero y me alegro de haberlo tenido. Nunca tirar un libro.

  “No hay cosa peor que la de pensar a secas, sin otra salsa”.

  Sí, aquí Trapiello llama Sancha a su mujer cuyo nombre es Teresa y Sanchica a su hija y Sanchico al hijo, a quien va a desbastar porque “es un diamante en bruto”. “¿Qué pecado hemos cometido para que mi padre quiera ser gramata?”.

  “Dieron en pensar que acaso se moría por cuerdo, cuando loco había sobrevivido a tantos asaltos inesperados y desiguales”.

  Trapiello sabe escribir como pocos en la actualidad, bajo mi punto de vista. Habla sobre el morir y hace decir a Sancho, para consolar a su caballero andante: “Y si aquí nos alivia una tarde calurosa de verano la tépida brisa, ¡cómo no será esa brisa allá en el cielo!”.

  Me ha gustado por todas estas cosas, sin embargo sigo diciendo que Trapiello me es querido por sus diarios sobre todo. No obstante si viera algún libro de él que no tenga, ten por seguro que lo compraré. Así a bote pronto creo que tengo treinta y tres suyos.

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