Primera decepción. Era el típico escritor del que quería leer todo pero ha sido una decepción. Me ha ocurrido lo mismo que con mi queridísimo y desaparecido Javier Reverte: grandísimo escritor de literatura viajera pero sin sustancia para las novelas. Y no digo que haya sido aburrida su lectura, lo que quiero decir es que eran tan grandes las perspectivas que me ha sabido a poco. Y el caso es que de salida tenía para mí tirón: una isla griega, Hidra, unas chicas jóvenes y algo aburridas, el contacto con un inmigrante algo oscuro y con no se sabe qué intenciones. Pero todo se va deshaciendo como un azucarillo en el mar. Pasan cosas, hay situaciones en las que el lector, al menos éste, se dice: No, no puede ser, eso no te lo crees ni tú. Hay vericuetos inventados para acortar una trama en la que todo va dejando de tener interés. Y ni siquiera el final es digno de recordar; de hecho ni me acuerdo porque, como he dicho, dejó de preocuparme la suerte de estos personajes artificiales, sin alma, muertos a pesar de la juventud.
No pasa nada: seguiré comprando y leyendo sus libros de viaje y ya está.
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