Poco a poco, a través de los años, voy sumando ejemplares de esta biblioteca ideal de Borges. Como ya dije en otras ocasiones, una de quiosco que comencé en los años ochenta y que dejé de seguir cuando me marché al ejército. Cuando veo algún ejemplar apetecible en las ferias de libros o en librerías de viejo, los compro. Lugones escribe bien y aunque no siempre, en esta ocasión sí coincido con el sabio argentino. El libro fue un encargo del gobierno de su país para desagraviarlo de no sé qué pendejadas en uno de los cargos que ostentó. Lugones es un suicida prototípico: “Soñé la muerte y era muy sencillo”.
Muchas de las cosas que cuenta, previa a las de los jesuitas, son manchas imborrables de nuestra historia, la historia de la conquista; más conquista que colonización.
“Los sayones del duque de Alba ajustaban un pito a la lengua de los herejes flamencos, para que sus gemidos en la tortura salieran agradablemente modulados”.
“La lujuria del conquistador está visible en la calificación de hermosísimas y lascivas que da a las mujeres de los jarayes, lo cual demuestra que las frecuentó, así estuviera aquella hermosura muy exagerada, como es probable, por el celibato forzado del narrador. Durante año y medio de expedición cautivaron, dice, en las tierras de los guapás, doce mil indios; habiendo soldado raso que tenía cincuenta para su servicio”.
“Su transcurso quedaba señalado por la devastación. Incendiaban una aldea como quien prende un fuego de artificio, y allá quedaba el tendal de violaciones y de adulterios, comentando las orgías de una noche. Al padecer ellos tanto en sus jornadas, en poco tenían el dolor ajeno; mucho más tratándose de seres tan inferiores, que hasta la humanidad se les discutía”.
A pesar del carácter amable de casi todas las tribus del “Imperio” no sería fácil la evangelización, o la conversión, o el convencimiento para estas pobres gentes. “Se ha dicho que el comunismo aquél constituía la felicidad misma, al no admitir pobres ni ricos; y ello resultaba discutible, de haber sido los indios sus propios administradores. Pero bajo la tutela absoluta de los P.P, quienes disponían sin limitación de las ganancias, aquello no fue otra cosa que un imperio teocrático, en el cual todos eran pobres realmente, excepto los amos”.
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