viernes, 2 de octubre de 2020

TRILOGÍA DE LA MEMORIA. SERGIO PITOL.

   En realidad este libro es la conjunción de tres libros: El Arte de la fuga, El Viaje y El Mago de Viena.  Las tres tienen en común en que son una especie de diarios, crítica literaria, crónica de viajes, y reflexiones personales de los más diversos temas. “Reveladores trabajos del recuerdo”, como dice Juan Villoro en su estupendo prólogo. Escritos en los años sesenta hasta los noventa, más o menos. Habla mucho y bien de Faulkner, de Melville, de Conrad, de Henry James, Kafka, de Virginia Wolf, Cervantes, etc, y sorprendentemente para mí de Vila-Matas, con el que ha coincidido en muchos saraos asentando una estrecha amistad.

  Otro volumen nodriza de los que llevan otros en el vientre.

  “Luego hablamos de un libro fabuloso: La vida del doctor Johnson escrita por Boswell, donde el biógrafo y el biografiado aparecen alternativamente como los notables personajes que fueron, pero también anticipan rasgos propios del Señor Pickwick, o, más hogareñamente, de don Reginito Burrón, lo que hace aún más deleitosa su lectura”. Más ganas me dan de adquirir el voluminoso y caro Acantilado.

  Observaciones certeras y valientes que he leído en otros; sin ir más lejos de la pluma de mi querido Trapiello: “La opinión vigente es que desde la caída de la República no es posible que surja nada que valga la pena; que una nueva literatura sólo podrá nacer con la desaparición de Franco. Hablar de nuevos autores, como Sánchez Ferlosio, Goytisolo, Martín-Santos, Aldecoa, y elogiarlos, molesta a muchos, consideran que se le hace un servicio al franquismo. Es una lata, pero resulta imposible transigir con ese tipo de intolerancia”.

  “Ser escritor es convertirse en un extraño, en un extranjero: tienes que empezar a traducirte a ti mismo. Escribir es un caso de impersionation, de suplantación de personalidad: escribir es hacerse pasar por otro”. Y seguido una anotación sobre el Tonio Kröger de Thomas Mann. Otro para la lista sobre la soledad del escritor. Vivir solo para crear o la reconciliación del artista con la vida… “Un novelista es alguien que oye voces a través de las voces. Se mete en la cama y de pronto esas voces lo obligan a levantarse, a buscar una hoja de papel y escribir tres o cuatro líneas, o tan sólo un par de adjetivos o el nombre de una planta”.

  “Al poco tiempo de haberse instalado en Italia, Bernard Berenson declaró que el hombre es la perfección del universo; el espíritu, la perfección del hombre; y el arte, el conjunto y resumen de todas las perfecciones humanas”. “Sólo los frutos del pensamiento y la creación artística justifican de verdad la presencia del hombre en el mundo”.

  “Y Víctor Hugo añade que los grandes genios de la literatura se distinguen por incurrir en aquello que los escritores mediocres evitan: el esceso y la desmesura. Hasek se solaza en ellos: Schveik es la encarnación de una carencia sin límites”. En otros autores he visto defender justo lo contrario: que hay que llevar siempre las riendas del “SO” y no desbocarse. En fin, los grandes genios lo son cada uno a su manera.

  “El monólogo del leproso es quizá el más fabuloso premio que me ha deparado la frecuentación de libros”. Sobre La cruzada de los niños, de Marcel Schwob. Cómo no meterlo en la lista de pendientes.

Una frase atribuida al pintor Max Beckmann: “El cuerpo atado es parte de uno mismo, es el cadáver de los recuerdos, errores y fracasos, el asesinato que cada uno de nosotros comete en algún momento de su vida. Al no poder el hombre librarse jamás de su pasado tiene que cargar para siempre ese cadáver”. No se puede explicar mejor.

  Sobre el suicidio: Evelyn Waugh, escribió una carta de despedida a sus padres, se desnudó y se tiró al mar. “No apenas había dado unas brazadas cuando siente una descarga eléctrica en el hombro, y un instante después todo su cuerpo es campo de batalla. Ha caído en una zona cuajada de medusas. A duras penas llega a la playa, hace añicos la carta, se viste y regresa, agobiado por la bufonada en que se transformó un acto que debería haber sido solemne, a la franja gris de realidad donde ha chapoteado en los últimos años”. Me encanta saber de esos intentos de suicidio tan grotescos. De hecho estoy convencido de que si fuera menos molesto los métodos empleados para quitarse la vida, tendría mucho más éxito eso de quitarse de en medio.

  Felices casualidades encontradas casi al final, en la página 523: “En Madrid, donde llegó con María Luisa Blanco al café del hotel Suecia. Nuestra mesa estaba situada al lado de una ventana que daba exactamente frente a la librería Dédalo, cuyo propietario es un colombiano de gusto y cultura impresionantes. Después del café les propuse visitar esa librería, donde los bibliófilos con intereses en literatura e historia latinoamericanas se sienten como en su reino. Pocos días antes, el librero había adquirido la biblioteca de Mariano Brull, el poeta cubano más radical de toda la vanguardia en lengua castellana”. Precisamente hace poco entré por primera vez en esta librería para comprar el libro que leo ahora: Oblomov, en traducción de Lydia Kuper.

 

  -¿Cómo compones? –Leyendo.

Y lo que leo imitando,

Y lo que imito escribiendo,

Y lo que escribo borrando,

De lo borrado escogiendo.

Lope de Vega en La Dorotea.

  Sergio Pitol murió en 2018.

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