martes, 22 de septiembre de 2020

Lo que a nadie le importe. Sergio del Molino.

  Pocos escritores me han parecido más amenos en todos y cada uno de sus libros, aunque algún conocido me haya dicho que le sobran algunas cosas y que las editoriales le han debido presionar para sacar mercancía, etc., vamos, lo que he dicho de tantos, pero con Sergio del Molino no me ha ocurrido: La España vacía, la primera y la que le ha dado el prestigio, La hora violeta, otro inmortal Mortal y rosa, Lugares fuera de sitio, anécdotas sabrosísimas sobre eso, lugares extraños; La piel, sobre su dolencia y la de tantos; también la mía, y éste, que acabo de leer, una novela construida sobre lo que sabe de su abuelo, narraciones de familiares, fotos, memorias, documentos en archivos, un ser normal que se ve envuelto en el bando nacional en la Guerra Civil. Un hombre normal que dice en su cama de agonía a su mujer: “Calla, que de ti no quiero ni que me cierres los ojos”.

  “La demencia preexiste a lo senil. El anciano que seremos está ya impreso en el joven que fuimos. Si llego a abuelo, me pregunto cuál de todas mis manías hará reír primero a mi nieto, y si mi nieto se asustará como me asusto yo ahora al descubrir esa estupidez que suponía propia de un viejo chocho en una foto de mis veinte años”. Como las embarazadas que ven carritos de niños por todos lados, así ahora veo vejez en cada cosa que leo o que miro.

Uno de los subrayados con más sentido: “Desde entonces, siento un pudor insoportable cuando un amigo me deja un libro y tropiezo con sus subrayados y sus notas al margen. Procuro no leerlos ni fijarme mucho porque siento que veo algo que no debe ser visto. La escritura es pública, pero la lectura es privada y el subrayado es el chivato de la lectura. No me incomoda leer la intimidad de alguien impresa en un libro, pero no soporto los subrayados”. Esta última línea, subrayada doblemente en desacuerdo en su, mi libro.

  Lo he leído con verdadero placer y espero poder seguir leyendo a este periodista y escritor tan extraordinario. Es de esos con los que te irías a beber una cerveza sin dudarlo: lo primero de lo que hablaríamos, seguro, es de sus problemas con la piel, de su rascarse, de sus noches insomne pensando en rasgarse la piel para aliviar algo que no tiene alivio. Sé de lo que habla.    


 

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