lunes, 7 de septiembre de 2020

MANI. PATRICK LEIGH FERMOR.

 

  Libro de viajes por el Peloponeso, el Mani profundo, una especie de Hurdes en la Grecia profunda. Me gusta la combinación que hace de experiencias propias, observaciones de la gente y los paisajes, la historia pequeña.

 “En una ocasión vi a una hechicera exorcizar a un sacerdote cretense a causa de una enojosa ciática provocada por el mal de ojo. El clérigo encendió de inmediato una vela ante el icono de su santo patrono en agradecimiento por este alivio”.

  En el comienzo habla de Kardamyli, que lo describe como un pueblo pesquero de difícil acceso, tranquilo de aire fresco en verano. Años más tarde se convirtió en su domicilio al construir junto a su mujer una casa en la que hoy está el museo que lleva su nombre. Era un tipo que tenía la virtud de caer bien inmediatamente a cualquier tipo de personas, ya fueran millonarias o radicalmente humildes.

  La verdad es que algunos capítulos me han parecido algo espesos. Él mismo lo dice en un apunte, pero con leerlo rápido se soluciona. Es cuando habla de las vicisitudes de los iconos, de las reglas, defectos y virtudes de la iglesia ortodoxa. Lo que más me gusta es cuando describe una travesía en caique viendo delfines, contando historias de ataques de tiburón o de animales extraños, cuando narra esas cenas que solo se pueden vivir en una isla de Grecia, sin humo, sin coches, una buena conversación, buen vino, los quesos fuertes y las aceitunas negras, licores de allá, la luna y las estrellas. Si me prometieran que en el más allá podría asistir aunque solo fuera a una de esas cenas, no me importaría morirme. Me gustan también los recuerdos de conversaciones: “Otro comentó, con un desaliento todavía mayor, que ningún país había renunciado jamás a un territorio que estuviese bajo su poder, de hecho o de derecho, sin pum-pum –el hombre imitó el sonido de disparos y el gesto usual de accionar el gatillo”.

  Otra anécdota deliciosa cuenta que una vez un hombre, un pescador, llevaba su caique lleno de ratas y le pidió al sacerdote que lo santificara para arreglarle el problema. Pagó lo estipulado. Cuando el hombre se marchaba el sacerdote se acercó a su oído y le susurró: “consíguete un gato”. Y él agrega burlón: “garantizarse dos veces una certeza”.

  Otras veces hace referencia a diferentes obras literarias o históricas. Por supuesto tomo notas. Un ejemplo cuando recuerda a su conocido: Alan Moorehead, autor de Gallipoli que cuanta la divertida historia de pájaros. No tan divertida para ellos claro, que “una vasta columna de patos y otras aves sobrevolaba los Dardanelos en 1916, en el momento de un absoluto impasse. Exasperados por la inacción, los dos ejércitos, atrincherados, dispararon contra la bandada con todo lo que tenían. Fue una masacre, y durante muchos años los pájaros evitaron este aciago estrecho”.

  Esta lectura me ha supuesto el querer volver a recorrer como hace más de treinta años esas aguas entre islas y esas tierras tan mágicas y cargadas de historia como en ningún otro lugar, y acompañados de la mano de uno de los grandes: Paddy.

 

    

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