viernes, 23 de octubre de 2020

MADRID. ANDRÉS TRAPIELLO.

  Era tanta la urgencia que tenía de leer lo nuevo de mi querido Trapiello que apenas he esperado un día desde que ha llegado a las librerías. He aparcado todo lo demás, Viaje alrededor de mi habitación, de Xavier de Maistre, tan adecuado en estos tiempos que sufrimos. Me fui al Gran Plaza II por eso de los confinamientos. Espero que no llegue un día en que los expertos, los historiadores del mañana, digan y afirmen que hicimos el primo. Precisamente así es como se dirigía el General Murat a los mandamases de sus demarcaciones para hacer entrar en vereda a sus paisanos. Cada vez me gustan menos las grandes superficies para comprar libros. Muchos y a la vez tan pocos. El caso es que allí fui y entré primero en la librería que hay pegada al FNAC. Había ya un montón de ejemplares, todos enrollados con celofán y con un obsequio de la editorial: Todo Madrid, en realidad un resumen del libro, unos “retales madrileños” como los llama el autor. En el FNAC los tenían desnudos y puestos en el escaparate de las novedades, y justo al lado de los anaqueles donde, del 1 al 10, se ponían por montones los diez más vendidos, cosa que me da mucho repelús. Así es que deshice el camino y me dirigí a la primera librería. Por el mismo precio. Eso fue el día 16 y hoy es 23 de octubre. Y lo dejo dicho para, como hace Trapiello en su libro para los siglos venideros, dejar constancia.

  Como todo lo que leo de Trapiello (un poco menos sus novelas; las que he leído) me subyuga. Es decir, me gustan sus diarios, de los que tengo todos los que se pueden tener sin vaciarse uno los bolsillos, sus artículos y sus libros digamos, enciclopédicos, como Las Armas y las Letras, El Rastro, y éste. Y éste con más razón porque es una mezcla de todo lo anterior. Es un libro sobre Madrid, a partir de ahora el Madrid de Trapiello, pero también es un libro autobiográfico aunque a él le cueste reconocerlo. Dice en una entrevista que si tuviera que hacerlo le daría otro tono. No sé, yo creo que en sus diarios está todo lo que puede estar. Lo conozco mejor que a mucha  gente cercana, si es que se puede llegar a conocer verdaderamente a alguien.

  El libro es un monumento a la edición, una obra de arte. La tipografía (aunque a veces se note que se vacía algún tarro de tinta o se vierte demasiado) las fotografías son pequeñas pero de gran calidad, el tamaño, el olor…, huele como una biblioteca recién cortada. En la portada hay una vista de Madrid, posiblemente desde la pradera de San Isidro, vistas que tanto gustaron a los más grandes pintores de la corte.

  Me gusta mucho leer cosas de Madrid en Trapiello como de Trapiello en Madrid porque aunque me saque casi diez años me reconozco en muchas de las peripecias que le han pasado. Yo también cogía aquella línea de metro, Empalme, yo también me enamoraba de una chica cada día, a veces de una misma varios días, también me he sentido solo en la gran ciudad, también he tenido que recorrerla buscándome la vida. También he quedado maravillado del cielo de Madrid. Una vez, esperando un autobús en la Plaza de España hacía un frío intenso y estaba anocheciendo. El azul era un prodigio. Nunca he visto un azul tan peculiar, como el color de las bolas cariocas de la infancia.

  De las cosas que habla Trapiello se puede decir que abarcan todas. Historia, literatura, protagonistas grandes y pequeños, su querido Rastro, el barrio donde vive, los amigos, los sitios donde ha comido, los restaurantes y bares, las librerías que frecuenta o han desaparecido, su familia. Y un apéndice donde se ponen los apuntes biográficos de sus grandes: J.R.J, Gómez de la Serna, Baroja, Mesonero Romanos, Solana, Goya, etc.

  He apuntado en un papel (no quería guarrear mucho mi ejemplar aunque estará siempre conmigo) las cosas que más me han llamado la atención.

  “Si lo que quieres es echar un quiqui en un bar al lado del Campo del Gas, suele parar Goya, que pega con polla. Pregunta por ella, dila que vas de mi parte; es bastante puerca y no es guapa, pero está muy buena y si le gustas no te va a cobrar y si te cobra no será mucho y la goma la pone ella”. El compañero que le tocó para proteger carteles. Pag. 51.

 “¿Y quién no ha soñado alguna vez que los libros se le escriban solos, arados por una yunta de críticos?” Sobre los bueyes que araban solos de San Isidro. Pag. 69

  “Hay una foto de la momia del Santo en un libro de España donde se dice en el pie “incorrupta”. Puede que lo esté, pero no tiene buen aspecto. Pag. 71.

  “Cuando miento, me aburro”. Fabrizio del Dongo en la Cartuja de Parma.

  “He callado hasta ahora este asunto por pudor. Si entonces hubiera tenido que reconocerlo me habría muerto de vergüenza, y aun hoy me invade un extraño sentimiento: yo escribía poemas”. Pag. 73.

  “Malo es el mutis que se deja aplaudir”. A. Machado. Pag. 173.

  “Porque lo cierto es que a estas alturas de mi vida no hubiera podido escribir ni una sola línea de la mayor parte del arte contemporáneo sin que me hubiera dado la risa o sentido bochorno de mis propios embustes”. Pag. 225. Y el caso es que siempre he sospechado de los críticos del arte contemporáneo y abstracto.

  “Madrid es la ciudad ideal para los que viven de una nómina de la Administración (el pan del Estado es escaso pero muy blanco), y también para tres tipos de personas: las de las clases pasivas, las que no necesitan nómina, y los que no van a tenerla nunca: es mi caso”. Pag. 229. Pero no el mío.

  “Pero si ahí había buscado y no estaba”. Pag. 253. Hablando de las calles de Madrid. A mí me ha pasado lo mismo en el Rastro. Voy buscando una calle que ya había visto y no la he encontrado, o al revés. He llegado a calles en las que nunca había estado y eso que voy a menudo.

  “Porque en Madrid todos los madrileños saben que descienden del azadón como el hombre del mono”. Pag. 254.

  “La gente llegó a no abandonar su butaca en el cine o el teatro cuando sonaban las alarmas antiaéreas, ni la cola del pan: encontraban más intolerable morirse de aburrimiento o de hambre”. Pag. 303. Ahora está empezando a pasar lo mismo, pero en todo el país. Si cumplen con las normas es para guardar las apariencias. Nadie está convencido de nada.

  “La cocina española está llena de ajos y preocupaciones religiosas”. Pag. 396. Dumas.

  “Todo el que se suicida se suicida por falta de imaginación”. Stendhal. Pag. 443.

  “Sin libertad no hay noticias y llenar periódicos sin verdaderas noticias es como jugar al tenis sin red”. Pag. 456. Quizá demasiada libertad también lo joda todo.

  “Se la empieza a leer ahora. Según su editor, la edición de 2002, primera en España y en español no tuvo en los periódicos españoles ni una sola reseña”. Sobre Clara Campoamor. Pag. 479.

  En fin, y un sinfín de noticias, de anécdotas, de historias más.

  Leyendo estos días entrevistas u oyéndolas por la radio me he dado cuenta que me estoy licenciando en la carrera de “trapilleismo”. Me lo sé casi todo. 

  Ahora a esperar con cierta ansiedad su nuevo volumen de los diarios, que según Miriam, su mujer, saldrá a finales de año o a principios del próximo. Por favor, que sea en el que salga su libro y en el que se acabe esta pesadilla.

 


 

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