A mi compañera de oficina la he visto durante
meses pasear un libro de este autor rumano. Le pregunté si le estaba gustando y
no supo qué contestarme. Le gustaba pero lo veía extraño, mezcla de sueños,
realidades del comunismo, biográfico, etc. Leía otros libros mientras tanto
pero éste no podía dejarlo sin más, así que lo llevaba y traía en el transporte
público para leer unas pocas páginas cada día.
Por otro lado, en un cenáculo de lectores en
internet recomendaron mucho Solenoide, de este autor, y lo tuve en las
librerías entre mis manos pero era muy voluminoso y antes de comprarlo quise
tener el del Ojo porque era más asequible y si era más autobiográfico, mejor
que mejor. Y debo decir que me ha gustado mucho. Tiene una forma de narrar muy
original. Se nota que es todo un poeta. Contiene imágenes potentes que te hacen
ver cosas como si te las pusiera delante. Ya lo dijo Lladó en el documental que
vi ayer: una palabra vale más que mil imágenes porque las imágenes sin palabras
no valen apenas nada.
La editorial es de Impedimenta. Pequeña pero
que cuida sus libros con primor. Bien de tamaño, buen papel, algo amarillento y
en el que se da importancia capital a la traducción. No obstante figura debajo
del título la traductora: Marian Ochoa de Eribe. Tanto me ha gustado que la he
buscado en youtube y he encontrado una entrevista precisamente al autor, último
premio Formentor. También he conocido al editor Enrique Redel, un enamorado de
su trabajo.
Como he dicho elegí este libro entre los
muchos editados en español porque era de tamaño mediano y porque era
autobiográfico. “… mezcla la comedia con una acentuada amargura existencial.
Aquí encontraremos remembranzas sobre paradisiacas islas en medio del Danubio…”.
No me pude resistir.
Y efectivamente el primer capítulo se llama
Ada-Kaleh y me dejó asombrado. Enseguida entré en internet para saber si era
verdad que había existido un lugar así; y sí, claro que sí, hasta el reciente
año de 1970. En la época del dictador fue inundada para construir una presa. Tenía
dos kilómetros de largo por medio de ancho. Lleno de cafeterías, jardines, una
mezquita, las montañas de alrededor… debía ser un paraíso. Todo lo rememora a
raíz de un óleo que ponen en su cuarto cuando es un niño. Y luego vuelve para,
ya de adulto, recorrer con un barquero la zona exacta y así intentar ver en el
fondo ese sueño imaginado, pero en el que sólo puede ver el rostro de un hombre
moreno y triste, el suyo. En el siguiente habla de su ciudad Bucarest, de la
época comunista, de los arrabales, de sus historias de cuando era niño o joven
o adulto, y que nunca se imaginó viajar fuera de sus fronteras. En “Los años robados”
recuerda también los años noventa, tristes y grises: “desde las seis de la
mañana, a cientos, a miles, a decenas de miles de individuos que querían vender
y comprar cosas que normalmente, deberían estar en los contenedores de basura”.
Luego comienza a viajar pero ya es un
inadaptado. Estando en Nueva York, en el Empire State: “¿Quién me había robado
los mejores años de mi vida? ¿Quién me había hecho inepto para el Este y el
Oeste?”.
Habla de una época en la que consumía mucho “Nes”,
una especie de café cristalizado y dulce que producía un estado de excitación. “Una
morfinómana contaba que la época en que se drogaba era como si tuviera siempre,
a su lado, un amante. Yo también me sentía enamorado después de cada vaso de nes, enamorado de
nadie, como si fuera posible el amor puro, fuera de los cuerpos, sin
necesitarlos”.
También habla, y eso me ha gustado siempre en
cualquier autor, de autores y libros: “Proust tiene en su novela decenas,
centenares de páginas aburridas que se salvan de repente, aquí y allá, por una
frase de una belleza paradójica en la que encuentras, de hecho, al gran
escritor bajo el aspecto de un gran poeta”. La verdad es que me he sentido
reconfortado porque una de las espinitas que tengo clavadas es no haber
soportado la lectura de su ingente obra.
En el Ojo castaño de nuestro amor habla de su
madre y de su hermano gemelo. Da bastante pena leer este capítulo. Su hermano
murió de fiebres cuando apenas tenían cinco años. Es desgarrador oír el grito
de terror del superviviente en el hospital; como si hubiéramos podido estar
allí.
Me encantó así que creo que ya estoy
preparado para hacerme con su Solenoide, que tan buenas críticas ha tenido. Y
tiempo no me va a faltar en este año de la peste. Creo que voy a batir mi
propio record de lecturas en un año.