jueves, 2 de mayo de 2019

AUTOBIOGRAFÍA. JUAN GOYTISOLO.



  Esta edición de Galaxia Gutemberg es la unión de dos obras suyas y alguna cosa más: Coto Vedado, En los reinos de Taifa y Apéndices. Lo leído antes: Artículos de prensa, Cuaderno de Sarajevo y Las virtudes del pájaro solitario, algo incomprensible y de experimento.
  Este libro lo compre, al peso, en el mercado de San Fernando, cerca del Rastro. Tiene de todo pero a veces uno encuentra cosas como esta y te lo llevas como si fuera una merluza o unos higadillos. Cinco euros me costó. Una edición de hace dos años.
  Esto es lo que más me ha gustado. Aquí se habla por suerte de su también obra biográfica, Señas de Identidad, que tengo pendiente de lectura.
  Hay que ser valiente y atrevido para contar tu vida. Hacerlo con arte y no ocultar los miedos, las obsesiones, los enamoramientos, las fobias y tus tendencias en el sexo. Reconocer que tenías una mujer, Monique Lange, su compañera de años, agente de la editorial Gallimard, madre de una hija de un anterior matrimonio, etc. Y reconocer sentirse fuertemente atraído por un señor marroquí de gran mostacho, conocido en un bar al pedirle fuego, no debe ser fácil. Sí, respetable, pero no fácil. Muy emotivas las cartas que se cruzaron hablando de este tema. El amor del uno por el otro estaba por encima de sus pulsiones.
En Coto vedado tiene muy buenas observaciones sobre el trabajo de las censuras en regímenes férreos; según  él son los únicos que se interesan de verdad por la literatura y por su efecto en la sociedad: “La afirmación paradójica de Ítalo Calvino de que los regímenes autoritarios y represivos son los únicos que toman en serio a la literatura al atribuirle unos poderes subversivos que desdichadamente no tiene e intentar de modo ingenuo entorpecer su lectura, encierra en mi opinión una gran dosis de verdad”.
  “Cuando a raíz de mi instalación definitiva en París pude obtener sin esfuerzo, gracias al puesto que ocupaba Monique, la totalidad de las obras que deseaba, su conocimiento perdió misteriosamente algo de su valor, y renunciando a mis ínfulas de coleccionista, dejé de interesarme por su posesión”. De ahí la rareza de un observador exterior con respecto a un coleccionista. Eso lo describe muy bien Trapiello en sus obras: solo quien rebusca incansable entre las montañas de libros saben de qué se está hablando.
  Habla no muy bien de sus padres: “Cuando un niño descubre que sus padres son seres normales y corrientes, se forja una novela familiar a fin de compensar de algún modo con la imaginación la cruel decepción que acompaña su ingreso en la vida: inventa a sus anchas una familia fuera de lo común, lo mismo en sus virtudes que en sus defectos, en la que poder guarecerse de la intemperie de su descubrimiento y amortiguar así el choque producido por la irrupción deprimente de lo real. Esta novela familiar elaborada en un entorno inhospitalario e ingrato sería el germen de todas las ficciones desenvueltas más tarde por el escritor”.
  En definitiva una obra doble que me ha gustado y que me ha reconciliado para siempre con su figura. Leeré pronto su Señas de Identidad.

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