Esta edición de Galaxia Gutemberg es la unión
de dos obras suyas y alguna cosa más: Coto Vedado, En los reinos de Taifa y Apéndices.
Lo leído antes: Artículos de prensa, Cuaderno de Sarajevo y Las virtudes del
pájaro solitario, algo incomprensible y de experimento.
Este libro lo compre, al peso, en el mercado
de San Fernando, cerca del Rastro. Tiene de todo pero a veces uno encuentra
cosas como esta y te lo llevas como si fuera una merluza o unos higadillos.
Cinco euros me costó. Una edición de hace dos años.
Esto es lo que más me ha gustado. Aquí se
habla por suerte de su también obra biográfica, Señas de Identidad, que tengo
pendiente de lectura.
Hay que ser valiente y atrevido para contar
tu vida. Hacerlo con arte y no ocultar los miedos, las obsesiones, los
enamoramientos, las fobias y tus tendencias en el sexo. Reconocer que tenías
una mujer, Monique Lange, su compañera de años, agente de la editorial
Gallimard, madre de una hija de un anterior matrimonio, etc. Y reconocer
sentirse fuertemente atraído por un señor marroquí de gran mostacho, conocido
en un bar al pedirle fuego, no debe ser fácil. Sí, respetable, pero no fácil. Muy
emotivas las cartas que se cruzaron hablando de este tema. El amor del uno por
el otro estaba por encima de sus pulsiones.
En
Coto vedado tiene muy buenas observaciones sobre el trabajo de las censuras en
regímenes férreos; según él son los
únicos que se interesan de verdad por la literatura y por su efecto en la
sociedad: “La afirmación paradójica de Ítalo Calvino de que los regímenes
autoritarios y represivos son los únicos que toman en serio a la literatura al
atribuirle unos poderes subversivos que desdichadamente no tiene e intentar de
modo ingenuo entorpecer su lectura, encierra en mi opinión una gran dosis de
verdad”.
“Cuando a raíz de mi instalación definitiva en
París pude obtener sin esfuerzo, gracias al puesto que ocupaba Monique, la
totalidad de las obras que deseaba, su conocimiento perdió misteriosamente algo
de su valor, y renunciando a mis ínfulas de coleccionista, dejé de interesarme
por su posesión”. De ahí la rareza de un observador exterior con respecto a un
coleccionista. Eso lo describe muy bien Trapiello en sus obras: solo quien
rebusca incansable entre las montañas de libros saben de qué se está hablando.
Habla no muy bien de sus padres: “Cuando un
niño descubre que sus padres son seres normales y corrientes, se forja una
novela familiar a fin de compensar de algún modo con la imaginación la cruel
decepción que acompaña su ingreso en la vida: inventa a sus anchas una familia
fuera de lo común, lo mismo en sus virtudes que en sus defectos, en la que
poder guarecerse de la intemperie de su descubrimiento y amortiguar así el
choque producido por la irrupción deprimente de lo real. Esta novela familiar
elaborada en un entorno inhospitalario e ingrato sería el germen de todas las
ficciones desenvueltas más tarde por el escritor”.
En definitiva una obra doble que me ha
gustado y que me ha reconciliado para siempre con su figura. Leeré pronto su
Señas de Identidad.
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