Una serie de
circunstancias hizo que me decidiera a comprar y leer este libro. Primero
porque unas amigas me confesaron que lo habían tenido que dejar por ser muy fuerte,
porque les impactaba su lectura, porque era duro leer. Esa fue la principal.
La secundaria es que lo vi en la Cuesta de Moyano por el increíble precio de
cinco euros cuando está editado hace un par de años poco más o menos y ha
tenido cierta repercusión en los medios de comunicación. Todavía lo tienen en
los montones de libros más vendidos y vale más de veinte euros. En cualquier
caso y después de terminarlo el otro día puedo decir que no me ha gustado.
Cualquier párrafo de Chukri, de Boukowski, o de Boris Vian, por decir solo
algunos, tiene más “dureza” que las historias de esta buena mujer. Lo primero
que diría, el adjetivo que pondría es que es insustancial. Otra vez con lo
mismo: cada vez que pasaba una página me decía: No me importa, me trae sin
cuidado. Los problemas de una mujer para sacar a sus hijos adelante, haciendo
varios trabajos y con problemas de alcohol. “¿Sabes una cosa que he aprendido
en la vida? La mayoría de la gente no se fija en nada, y si se fija, no le importa”.
En este caso, del cuento Penas, página 208, que viene a cuento de que no me
importe, sólo en este caso.
José María Guelbenzu, el gran crítico perenne
de El País, ponía este libro por las nubes: Dice que todo el libro es de “primera”.
Por eso cada vez tienen más peso los blogs particulares –aclaro que el mío no
lo lee nadie porque es secreto- y menos peso los críticos eternos. Se huele
cierto interés en vender determinadas líneas editoriales, ensalzar cosas para
lanzar el número de ventas. “Su escritura parece saltar de una cosa a otra”.
¿Parece? Estoy de acuerdo. Son como esos charlatanes que no paran de hablar sea
de lo que sea. ¡Cuántas veces habré dicho esto mismo! Pero es que es verdad.
Mucho material pero casi siempre insustancial. Prescindible cien por cien.
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