Este
es un libro de viajes en busca de la figura de Nietzsche a través de Dinamarca,
Suiza y Alemania. Presuntamente, y para darle un colorido novelesco, se inventa
un instituto de estudios nietzschianos donde los alumnos se dividen en tres
categorías: leones, camellos y niños, o algo así, siendo los “niños” el nivel
de los que llegan a ser superhombres; cosa nada fácil. Pero este libro en
realidad escarba en otros nombres propios como Borges, Nabokov, Leni
Riefenstahl, Jünger, Laudrup.
El libro viene como regalo dentro de la
revista Jot Down de hace un par de meses, que lo encargué por correo porque
tenía un monográfico sobre los libros, los libreros, los lectores y las manías
de todos juntos. En realidad el libro ya fue publicado en el año 2008 y el
añadido es de ahora, donde se habla de impresiones que le dejaron los libros
que leyó de estos mismos autores.
Es un libro de viajes pero a la vez es un
libro didáctico. Se aprenden muchas cosas: “El término nihilismo, al que
Niettsche llega tardíamente procede de la novela de Turgueniev, Padres e Hijos,
al que le dio vuelo un ensayo de Paul Borgeut sobre psicología contemporánea en
el que, al estudiar obras de Baudelaire, Flaubert o los hermanos Goncourt,
percibe un mortal cansancio de vivir, una tétrica percepción de la vanidad de
cualquier esfuerzo”.
El pretendido nuevo hombre de Nietzsche, “El
último hombre, alguien que está conforme con su vida, que no le pide nada a la
vida, solo un poco de veneno para soportar los días, un poco de veneno para
borrar la ansiedad de las noches, una sobredosis de veneno cuando vivir sea
insoportable, y poco más, dejar que se vayan los días repitiendo el estribillo
que más guste a cada cual la protección de la rutina”.
En definitiva, un libro ameno, veraniego,
compañero de revista que me ha deparado un par de horas de lectura alimenticia.
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