Acabo de leer en el 22 del Jot Down, no el
Smart sino el de los gordos, que para la polaca Szymborska, premio Nobel del
1996, era suficiente escribir un folio mecanografiado para cualquier artículo
sobre libros escritos en una revista de su país durante años. Un solo párrafo
seguido, para dar la sensación de espontaneidad. Para hacerlo como recién
escrito sin un plan establecido. Así me gustaría a mí hacer con estas reseñas
que desde hace ya diez años –muchos más si contamos los que apunté el libretas
y agendas perdidas por ahí-. He comprado este ejemplar por correo porque tiene
un monográfico sobre el mundo de los libros; cómo resistirse. Y encima con el
regalo del escritor Juan Bonilla sobre un viaje en busca de la figura de Nietzsche.
Para saber de lo que va un libro es
suficiente con leerlo. Tan sólo el entusiasmo, o el poder expresar el
aburrimiento deben ser el motivo de una reseña.
El exitoso título de este repaso por la
España vacía lo dice todo en una frase. La España rural, la que conocieron
nuestros padres –para los de la generación de los sesenta y setenta- está
desapareciendo rápido. Para escribir este ensayo Del Molino deambula por una
serie de ámbitos: en el capítulo 1 se hace un repaso por la historia de lo
urbano, el marxismo, el éxodo a la ciudad en España o sobre, por ejemplo, la
Revolución francesa que “no se conformó con guillotinar a los propietarios
rurales sino que quiso abolir el campo por decreto”.
“Hay aldeas de Aragón o de Extremadura que
podrían ilustrar un anuncio de turismo de Marruecos, y pasando por muchos
lugares de la meseta se podría creer que se camina por México”. En el 2, El
gran trauma, se repasa el abandono de lo rural a través de la televisión, el
cine o la literatura. En el magnífico 3, La ciencia del aburrimiento, se hace
un repaso por las escenas de los crímenes que a lo largo de los años han
sembrado la España negra, la España profunda. El crimen de Fago, el de Puerto
Urraco, el de Casas Viejas (cómo no recordar el magnífico libro al efecto de
Ramón J. Sénder que leí no hace mucho) “en general, los españoles son un pueblo
muy poco violento, donde el asesinato es algo anecdótico que está lejos de
suponer un problema social. Sin embargo, persiste cierta sombra negra ligada a
un pasado de brutalidad”.
En el 4 se habla sobre todo de la famosa
película documental que hizo Buñuel sobre las Hurdes. “Ya en 1846, el
Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de
Ultramar, de Pascual muñoz, definía a los habitantes de las Hurdes como raza
degenerada e indolente, borrón de la civilización española, salvajes e
ignorantes”. Me suena muy actual si atendemos al actual presidente de la
Generalitat. En el 5, Marineros del entusiasmo, se repasa el paisaje y los autores
que lo interpretaron. Giner de los Ríos, Galdós, Unamuno, Azorín etc. El 6 se
detiene en el Moncayo y en sus ilustres visitantes: Bécquer entre otros. En el
7, al igual que en el 8 se repasa la historia más cercana en el tiempo y nos
habla de Joaquín Luque, el de los 40 principales, y el del Madrid de tierno
Galván y su “a colocarse, y el que no esté colocado, que se coloque y al loro”.
En el 9, la Patria imaginaria asistimos a un recorrido por los autores que
dieron sentido a su terruño: Sarmiento, el Martín Fierro, o nos habla de Cristóbal
Repetto, un joven de la Pampa que canta con voz tan profunda y sentida que hizo
llorar a media sala de conciertos, dice Sergio. Gracias al Youtube he podido
escucharlo y la verdad es que ha sido todo un descubrimiento. Y en el último:
Coda, Explicaciones no pedidas, nos habla de él y sus circunstancias. De su
origen, de dónde vive, de que podría haberse dado al nomadismo o al On the Road,
pero que prefirió vivir donde vive, en un humilde piso en el norte de Madrid.
Y, faltando a la idea del primer párrafo de
esta reseña, me he pasado en extensión, porque solo habría que decir que este
libro de Sergio del Molino es sencillamente de los que crean una idea y eso no
es moco de pavo y se hablará de él dentro de muchos años, como se sigue
hablando de un autor al que admira y cita: Julio Llamazares y su maravillosa La
Lluvia Amarilla.
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