lunes, 4 de junio de 2018

LA ESPAÑA VACIA. SERGIO DEL MOLINO.



  Acabo de leer en el 22 del Jot Down, no el Smart sino el de los gordos, que para la polaca Szymborska, premio Nobel del 1996, era suficiente escribir un folio mecanografiado para cualquier artículo sobre libros escritos en una revista de su país durante años. Un solo párrafo seguido, para dar la sensación de espontaneidad. Para hacerlo como recién escrito sin un plan establecido. Así me gustaría a mí hacer con estas reseñas que desde hace ya diez años –muchos más si contamos los que apunté el libretas y agendas perdidas por ahí-. He comprado este ejemplar por correo porque tiene un monográfico sobre el mundo de los libros; cómo resistirse. Y encima con el regalo del escritor Juan Bonilla sobre un viaje en busca de la figura de Nietzsche.
  Para saber de lo que va un libro es suficiente con leerlo. Tan sólo el entusiasmo, o el poder expresar el aburrimiento deben ser el motivo de una reseña.
  El exitoso título de este repaso por la España vacía lo dice todo en una frase. La España rural, la que conocieron nuestros padres –para los de la generación de los sesenta y setenta- está desapareciendo rápido. Para escribir este ensayo Del Molino deambula por una serie de ámbitos: en el capítulo 1 se hace un repaso por la historia de lo urbano, el marxismo, el éxodo a la ciudad en España o sobre, por ejemplo, la Revolución francesa que “no se conformó con guillotinar a los propietarios rurales sino que quiso abolir el campo por decreto”.  
  “Hay aldeas de Aragón o de Extremadura que podrían ilustrar un anuncio de turismo de Marruecos, y pasando por muchos lugares de la meseta se podría creer que se camina por México”. En el 2, El gran trauma, se repasa el abandono de lo rural a través de la televisión, el cine o la literatura. En el magnífico 3, La ciencia del aburrimiento, se hace un repaso por las escenas de los crímenes que a lo largo de los años han sembrado la España negra, la España profunda. El crimen de Fago, el de Puerto Urraco, el de Casas Viejas (cómo no recordar el magnífico libro al efecto de Ramón J. Sénder que leí no hace mucho) “en general, los españoles son un pueblo muy poco violento, donde el asesinato es algo anecdótico que está lejos de suponer un problema social. Sin embargo, persiste cierta sombra negra ligada a un pasado de brutalidad”.
  En el 4 se habla sobre todo de la famosa película documental que hizo Buñuel sobre las Hurdes. “Ya en 1846, el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar, de Pascual muñoz, definía a los habitantes de las Hurdes como raza degenerada e indolente, borrón de la civilización española, salvajes e ignorantes”. Me suena muy actual si atendemos al actual presidente de la Generalitat. En el 5, Marineros del entusiasmo, se repasa el paisaje y los autores que lo interpretaron. Giner de los Ríos, Galdós, Unamuno, Azorín etc. El 6 se detiene en el Moncayo y en sus ilustres visitantes: Bécquer entre otros. En el 7, al igual que en el 8 se repasa la historia más cercana en el tiempo y nos habla de Joaquín Luque, el de los 40 principales, y el del Madrid de tierno Galván y su “a colocarse, y el que no esté colocado, que se coloque y al loro”. En el 9, la Patria imaginaria asistimos a un recorrido por los autores que dieron sentido a su terruño: Sarmiento, el Martín Fierro, o nos habla de Cristóbal Repetto, un joven de la Pampa que canta con voz tan profunda y sentida que hizo llorar a media sala de conciertos, dice Sergio. Gracias al Youtube he podido escucharlo y la verdad es que ha sido todo un descubrimiento. Y en el último: Coda, Explicaciones no pedidas, nos habla de él y sus circunstancias. De su origen, de dónde vive, de que podría haberse dado al nomadismo o al On the Road, pero que prefirió vivir donde vive, en un humilde piso en el norte de Madrid.
  Y, faltando a la idea del primer párrafo de esta reseña, me he pasado en extensión, porque solo habría que decir que este libro de Sergio del Molino es sencillamente de los que crean una idea y eso no es moco de pavo y se hablará de él dentro de muchos años, como se sigue hablando de un autor al que admira y cita: Julio Llamazares y su maravillosa La Lluvia Amarilla.
 

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