domingo, 10 de junio de 2018

10 de junio de 2018.


 Este mediodía, cuando salía a correr un rato, he descubierto al pie de los cubos de basura, cuatro o cinco bolsas de esas de tela que venden en los supermercados llenas de libros. Enseguida los he ido sacando para hacer una selección y llevármelos a casa, amenazaba lluvia: Historia de los Reyes de Britania, de la editorial Siruela, y prologado por Luis Alberto de Cuenca; un tomo nuevecito de Patria; El Imperio eres tú, de Javier Moro; dos tomos, con el plástico aún puesto, de cuentos de Manuel Rivas del Círculo de Lectores; Los Girasoles Ciegos, de Alberto Méndez, también con el plástico puesto; El Misterio de Olga Chejova, de Anthony Beevor; la Autobiografía de Katherine Hepburn; El Puente de Alcántara; La personalidad, factores hereditarios, de una colección de psicología; La Dalia negra, de James Elroy; seis tomitos de clásicos en ediciones bilingües con cd incluidos; Campos de Castilla, de Machado; Escenarios fantásticos, de Juan Manuel Gisbert; una novela, El Juego de Berlín, de Deighton, y un tomo de la Primera Guerra Mundial del historiador Álvaro Lozano. Me he dejado otro montón aún mayor llenos de cómics y cuentos para niños. A la gente, o le falta el espacio o le sobran los libros, y yo espero no tener que vivir el día en que tuviera que deshacerme de los míos.Sí, son demasiados ya pero, quizá, algún día -aquí vendría un "y Dios no lo quiera"- pudieran servirme para encender un fuego para calentarnos.

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