domingo, 20 de agosto de 2017

BARCELONA. jueves 17 de agosto.



Mi teoría:
  Es difícil, por no decir imposible, entrar en el cerebro de estos asesinos. En primer lugar constatar que en el acto terrorista de Barcelona hay una absoluta falta de sofisticación. No hay sofisticación técnica (son tan torpes que saltan por los aires manipulando el gas de unas bombonas de butano que venden en cualquier sitio y que, a pesar de las subidas, son baratas y que junto con productos de droguería puede convertirse en explosivo), no hay sustentación moral, ni mucho menos causa intelectual. Pero deberíamos hacer algunas reflexiones. Si consideramos que esto puede ser el comienzo de una guerra, una guerra totalmente atípica, habría que poner en la balanza las distintas formas en que las partes se enfrentan. De un lado tenemos a los países que se han dotado de una alta tecnología: pensemos qué hace falta para construir un drone para poder disparar misiles: poner en órbita un satélite, miles de datos matemáticos, miles de artilugios mecánicos y electrónicos, conocimientos científicos en multitud de facetas; millones de dólares necesarios para que un par de especialistas pueden dirigir con cierta precisión una bomba situada a veinte mil kilómetros de distancia de los joysticks que la dirigen. Hay que pensar qué esfuerzo económico hace falta para fabricar y hacer que funcione una “bomba inteligente”.
  Del otro lado tenemos acciones que no tienen esta sustentación económica: si estos asesinos medio adolescentes pudieran haber lanzado un misil desde la estratosfera, lo habrían hecho. ¿Qué hace falta para golpear una gran ciudad occidental, cosmopolita, abierta, democrática, laica…? solo hace falta una voluntad, una idea, un cerebro primario para albergarla y unos pocos euros. En esencia estos chavales residentes en o cerca de Barcelona (“un buen chaval que empezó a torcerse cuando comenzó a rezar” decía el padre de uno) son sus “bombas inteligentes” dirigidas desde bien lejos.
  ¿Quién ganará esta guerra a medio y largo plazo? Si consideramos el esfuerzo tecnológico y económico de fabricar armas sofisticadas, y del otro lado una explosión demográfica dentro de Europa de sujetos pertenecientes a familias de segunda y tercera generación de países como Marruecos o Argelia, con vidas ancladas en barrios deprimidos y fáciles de radicalizar, el resultado será una derrota clamorosa en el que las sociedades occidentales tendrán la tentación de ir recortando libertades en las que ellos estarán encantados.
  Y otra cosa: ver al gobierno del Estado, al de la Generalidad, embajadores, políticos, etc, romper sus agendas para hacer una concentración pública al día siguiente del atentado debe procurar en los seguidores de estos malnacidos un gran orgullo. Si a eso le añadimos la difusión de sus fotografías a nivel planetario, el absoluto protagonismo, el paraíso para ellos.

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