lunes, 26 de junio de 2017

ANDREA WULF. LA INVENCIÓN DE LA NATURALEZA.





  Hace un par de meses fui a caminar por la sierra –Cascada del Purgatorio, cerca de Rascafría- y a la vuelta  entré un momento al monasterio del Paular. Estaban a punto de cerrar así que solo pude acceder a la zona donde, como en todas partes ya, se ponen artículos de consumo en exposición para sacar un poco más de dinero a la gente. Había vasos y botellas de cristal tallado, ceniceros, reproducción de pinturas y algunos libros. Éste que me ocupa era la primera vez que lo veía: ¡Una biografía de Humboldt! La Invención de la Naturaleza. Se me quedó, como pasa en tantas ocasiones, el gusanillo de poder comprarlo enseguida. De este científico alemán tuve noticias hace un montón de años a raíz de la lectura de un libro de viajes: El Orinoco al Amazonas, donde se contaba su expedición a Sudamérica pasando por España, Tenerife y lo que ahora es Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador, etc. Me gustó mucho su manera de narrar, su determinación, su entusiasmo  y su encanto. En esta maravillosa biografía se cuenta muy bien el carácter absolutamente atractivo que debía tener este hombre irrepetible. Le gustaba conversar y era muy convincente, tenía una cultura tan apabullante que era capaz no solo de hablar de botánica o geografía sino que relacionaba el montón de saberes y campos que era capaz de dominar. Nunca se casó a pesar de que, como decían todos los que le conocía, tenía rendidas a sus pies a infinidad de mujeres, y, seguramente, a muchos hombres. Ni una sola vez lo dice explícitamente pero la autora deja traslucir su inclinación homosexual.
  El libro se divide en cinco partes: La juventud del protagonista y su relación con grandes personajes de su tiempo, siendo el más importante, Goethe, también, además de poeta, estudioso de las ciencias de la naturaleza. En la parte 2 se habla de su viaje a Sudamérica, quizá el más bonito porque era un mundo nuevo en el que había mucho que descubrir. La narración de su ascensión al Chimborazo es sublime: Es, medido desde el centro de la tierra, el sitio más elevado. En la parte 3 se describe su regreso a Europa y la redacción de gran parte de las notas hechas en los casi dos años que estuvo viajando. Problemas con las autoridades porque él quería vivir en París y, como se sabe –época de Napoleón- Alemania y Francia no pasaban precisamente por sus mejores relaciones.  En la parte 4 se habla de su viaje a Rusia y su relación con Darwin y David Thoreau, autor tan de moda en la actualidad. Las estanterías de novedades están a rebosar. En la parte 5 se habla ya de todos sus continuadores: precursores de los defensores a ultranza de la naturaleza: Perkins Marsh, Ernst Haekel y John Muir.
El libro tiene 578 páginas pero abruptamente se termina en la cuatrocientos y poco. El resto son agradecimientos, las notas –que prefiero la verdad a pie de página que no al final-,  Bibliografía, etc.
  Es un libro de lectura absolutamente deliciosa. Interesante para todos pero especialmente para los españoles porque al contrario que tantas veces, sí que ayudamos a un hombre de ciencia a recorrer lo que entonces era territorio de ultramar. El secretario de estado de entonces, Mariano Luis de Urquijo, defensor, al igual que Humboldt, de la abolición de la esclavitud y de la razón y la ciencia y enemigo de los privilegios de la iglesia fue el que le otorgó el salvoconducto para visitar los territorios bajo dominación española. Por eso tuvo tantos problemas con la Inquisición y tuvo que exiliarse después de lo de la expulsión de José Bonaparte.
  Libro muy ameno, de los que se aprende y disfruta al mismo tiempo, con varios grabados de la época e ilustraciones muy bonitas a color en el centro del volumen. Espero que el éxito de este libro anime a las editoriales a seguir este camino de divulgación hacia los personajes realmente más importantes de la historia, no siempre protagonistas por hazañas guerreras o de conquista.

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