Hace un par de meses fui a caminar por la
sierra –Cascada del Purgatorio, cerca de Rascafría- y a la vuelta entré un momento al monasterio del Paular.
Estaban a punto de cerrar así que solo pude acceder a la zona donde, como en
todas partes ya, se ponen artículos de consumo en exposición para sacar un poco
más de dinero a la gente. Había vasos y botellas de cristal tallado, ceniceros,
reproducción de pinturas y algunos libros. Éste que me ocupa era la primera vez
que lo veía: ¡Una biografía de Humboldt! La Invención de la Naturaleza. Se me quedó,
como pasa en tantas ocasiones, el gusanillo de poder comprarlo enseguida. De este
científico alemán tuve noticias hace un montón de años a raíz de la lectura de
un libro de viajes: El Orinoco al Amazonas, donde se contaba su expedición a Sudamérica
pasando por España, Tenerife y lo que ahora es Venezuela, Colombia, Perú,
Ecuador, etc. Me gustó mucho su manera de narrar, su determinación, su entusiasmo y su
encanto. En esta maravillosa biografía se cuenta muy bien el carácter
absolutamente atractivo que debía tener este hombre irrepetible. Le gustaba
conversar y era muy convincente, tenía una cultura tan apabullante que era
capaz no solo de hablar de botánica o geografía sino que relacionaba el montón
de saberes y campos que era capaz de dominar. Nunca se casó a pesar de que,
como decían todos los que le conocía, tenía rendidas a sus pies a infinidad de
mujeres, y, seguramente, a muchos hombres. Ni una sola vez lo dice explícitamente
pero la autora deja traslucir su inclinación homosexual.
El libro se divide en cinco partes: La
juventud del protagonista y su relación con grandes personajes de su tiempo,
siendo el más importante, Goethe, también, además de poeta, estudioso de las
ciencias de la naturaleza. En la parte 2 se habla de su viaje a Sudamérica,
quizá el más bonito porque era un mundo nuevo en el que había mucho que descubrir.
La narración de su ascensión al Chimborazo es sublime: Es, medido desde el
centro de la tierra, el sitio más elevado. En la parte 3 se describe su regreso
a Europa y la redacción de gran parte de las notas hechas en los casi dos años
que estuvo viajando. Problemas con las autoridades porque él quería vivir en
París y, como se sabe –época de Napoleón- Alemania y Francia no pasaban
precisamente por sus mejores relaciones.
En la parte 4 se habla de su viaje a Rusia y su relación con Darwin y
David Thoreau, autor tan de moda en la actualidad. Las estanterías de novedades
están a rebosar. En la parte 5 se habla ya de todos sus continuadores:
precursores de los defensores a ultranza de la naturaleza: Perkins Marsh, Ernst
Haekel y John Muir.
El
libro tiene 578 páginas pero abruptamente se termina en la cuatrocientos y
poco. El resto son agradecimientos, las notas –que prefiero la verdad a pie de
página que no al final-, Bibliografía,
etc.
Es un libro de lectura absolutamente
deliciosa. Interesante para todos pero especialmente para los españoles porque
al contrario que tantas veces, sí que ayudamos a un hombre de ciencia a
recorrer lo que entonces era territorio de ultramar. El secretario de estado de
entonces, Mariano Luis de Urquijo, defensor, al igual que Humboldt, de la
abolición de la esclavitud y de la razón y la ciencia y enemigo de los
privilegios de la iglesia fue el que le otorgó el salvoconducto para visitar
los territorios bajo dominación española. Por eso tuvo tantos problemas con la
Inquisición y tuvo que exiliarse después de lo de la expulsión de José
Bonaparte.
Libro muy ameno, de los que se aprende y
disfruta al mismo tiempo, con varios grabados de la época e ilustraciones muy
bonitas a color en el centro del volumen. Espero que el éxito de este libro
anime a las editoriales a seguir este camino de divulgación hacia los
personajes realmente más importantes de la historia, no siempre protagonistas
por hazañas guerreras o de conquista.
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