Hoy,
aprovechando que tenía el día libre, he recorrido la siguiente ruta: Cotos,
Pingarrón, Guarramillas –vaya nombres- subidas y bajadas por angostos valles, y
subida brutal a la Cabeza de Hierro, atravesando en recto las líneas divisorias;
más de una hora intentando tracción con piedras sueltas en grandes pendientes. Luego, la Cuerda Larga hasta casi la Bola del
Mundo para seguidamente descender rápido por las pistas hasta llegar con las
rodillas molidas de nuevo a Cotos. Más de cuatro horas. Soledad absoluta. Sólo
he visto algunas vacas, águilas y una cabra. Dicen que caminando se piensa de
otra manera y es verdad. Le he seguido dando vueltas a la frase: “Todos nos
decimos que vamos a morir, pero nos lo decimos con la boca pequeña”.
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