miércoles, 30 de marzo de 2016

RAMÓN J. SENDER. Viaje a la Aldea del Crimen. Documental de Casas Viejas.




  Hay muchas veces en que un reportaje, un artículo, una anécdota bien contada en medio de la vorágine de la historia es capaz de explicar mejor que ningún tratado sesudo las causas primordiales de los grandes acontecimientos, de las grandes catástrofes. Me ocurrió con una película que recuerdo a menudo: Tierra y Libertad. Ahí se explica muy bien qué ocurre cuando chocan los ideales y la puesta en práctica, la complejidad de la vida diaria en cada una de las personas que integran los hilos de las inercias imparables.
  Los hechos que se narran en este libro ocurrieron en enero del año 1933. Gobernaba la República y las dificultades se reproducían como conejos dopados. Ante la lentitud de las transformaciones agrarias y ante el hambre acumulada durante generaciones –las frustraciones por las promesas incumplidas- un grupo de campesinos de una población de Cádiz, Casas Viejas, proclamaron una especie de revolución proletaria de juguete. En principio, algo como de juguete.
 “Aquí hay un hambre cetrina y rencorosa, de perro vagabundo”.
 “Después de ver a estos hombres da vergüenza comer”.
  Depusieron al alcalde, bien, y lo único que quedaba por hacer era desarmar a los cuatro Guardias Civiles. Ahí estuvo el fallo. No se rindieron, uno de ellos murió y el otro resultó herido; los otros dos consiguieron pedir ayuda. La crónica la cuenta Ramón J. Sender como si la estuviera viviendo en presente. Con su inigualable maestría para dotar a cada frase de dramatismo se puede decir que fue el precursor de un Capote que llegaría muchos años después con su A Sangre fría. Al final hubo veinticinco muertos. La forma de morir de esas personas, narrada con todo lujo de detalles reconstruidos por la acumulación de testimonios, informes y demás investigaciones, sería inconcebible en cualquier país civilizado de su entorno.
 “Ese atraso secular fue una de las razones que más abonaron el terreno para un cambio del régimen monárquico por una república que, en el campo, se asociaba casi exclusivamente con la reforma agraria”.
 “El servicio militar es para muchos el recuerdo de un tiempo en que se comía dos veces por día”.
  “No olvidar que cuando se habla en Casas Viejas de comunismo libertario todos entiendes que se trata de poner en cultivo 33.000 hectáreas de buena tierra”.
  Así, ¿cómo no iba a llevarse esa hambre crónica, esa injusticia centenaria regímenes, haciendas y personas?
  Estos hechos fueron uno de los antecedentes que sirvieron para hacernos una idea de lo que vendría después. Machacar al pobre y favorecer al rico. O perjudicar al rico y que se monte una guerra machacando al pobre.

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